La Perricholi, t. 2

,182 MARI A J . ALVARADO RIVERA MICAELA.-¿ Y qué vale que su cuna sea limpia, s1 ha manchado su honra? BARBA.-.Si vos no os hubieráis opuesto a la elec• ción de don lVIanuel, no habría habido lugar para la es- capada del convento. . MICAELA.-No me refiero sólo a sus relaciones con mi hijo, aunque no dicen nada en su favor, sino a su vida pasada. · BARBA.-Huérfana de madre, niña aún, confiada a un canalla, éste abusó de ella. MICAELA.-Doña Juana, la esposa de Alvarez, no cuenta la historia así. BARBA.-Porque doña Juana está enceguecida por la pasión a su marido, y i1a dado oídos a las calumnias de · éste. J\IIICAELA.-¡ La tortolita inocente, qué bien sabe engañar a los incautos t BARBA.-Todo Lima sabe las perversas costum- bres ele sátiro de don Manuel Alvarez; no es 1VIarianita la única víctima. ·l\1ICAELA.-At1nque así fuera en verdad, su repu- tación está manchada, y no t1uiero para esposa de mi hi- jo, una mujer que tenga su honra por los suelos. BARBJ.A,.'.-¡ D.oña .Micaela, acordaos de la sentencia del divino Nazareno para la mujer adúltera: "El que esté sin pecado, que tire la primera piedra"! . lVII CAELA (Colérica).-¿ Qué queréis decir? BARBA.-Eso mismo que comprendéis. Aquí es- tá el compromiso de matrimonio de don Manuel, firma• do por él, y si vos no dais vuestro consentimiento ... :NIICAELA.-¿ Qué? Terminad. BARBA.-Se verificará sin él, pues don Manuel es ya mayor de edad. MICAELA.-La autoridad de una madre, - no cadu- ca nunca cuando se trata de la felicidad de sus hijos, y la pru~ba es que he conseguido que sea separado de esa mujer.

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