La Perricholi, t. 2

., ~ ·J' t A PEJ\It CHOL 173 LOSTAUNAU.-Yo os admiro: es raro encontrar una mujer de vuestra entereza. MICAELA (Festiva).-¿ Y por eso abusáis de mi paciencia? . LOSTAUNAU.-¿ En qué sentido abuso yo de vues• tra paciencia? No comprendo, en verdad. MICAELA.-No me decís aún si sabéis algo de él. LOSTAUNAU.-Pues es cierto; perdonad. MICAELA (Vehemente).-¿ Otra hora de excusas? LOSTAUNAU.-No os doy ninguna. MICAELA~-Hablad, pues. LOSTAUNAU.-No os impacientéis. Oid todo lo que sé. MICAELA.-¿ Qué sabéis? LOSTAUNAU.-Que no sé nada. MICAELA (Colérica).-¿ Y para eso tanto preám- bulo? Merecíais un castigo. LOSTAUNAU.-Imponédmelo. MICAELA.-Pero contadme, ¿qué diligencias ha- béis practicado? . LOSTAUNAU.-He registrado todas las casas de las celestinas. MICAELA.-¿ Qué más? LOSTAUNAU.-He hech0 vigilar· la casa de Ta- gle, y seguirle, por si va a verlo. MICAELA.-¿ Qué más? LOSTAUNAU.-Y otras tantas investigaciones que no dan la más pequeña luz. MICAELA (Con duro reproche).-¿ De manera que la patrulla de encapados a vuestras órdenes, no puede en- contrar en la capital del Virreynato a un mozo que des- aparece de su casa, y se sabe está divirtiéndose·? LOSTAUNAU (Picado).-El que no lo encuentre hasta el día, no quiere decir que no lo encuentre mañana. MICAELA.-Tenéis ·razón: podéis encontrarle ma- ñana, y si no lo descubrís vos, Micaela Villegas d~rá con su paradero.

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