La Perricholi, t. 2

L f\ P E R R I C H O. L I 169 una casita de barro, adentro, una pareja de enamorados, que con la rnagia portentosa del amor, embellecen el mí- sero albergue .. MANUELITO.-¿ N q te arrepientes, 1\1arianita, de haber venido a esta humilde choza a pasar trabajos? MARIANITA.-Sabes cuanto te an10, Manuel; con- tigo esta humilde choza es para mí un .castillo encanta- do, qúe me qrit1da lá felicidad de tu amor; sin tí, el pala- cio más rico sería un lugar de sufrimiento, de desolación y muerte. MANUELITO.-¿ Me amas, pues, un poquito? MARIANITA.-Ya lo ves: no ha habido prueba que me hayas pedido, que no te la conceda al momento. MANUELITO.-Verdad, a lo que te estoy suma- mente agradecido y obligado ál matrimonio. lVIARIANITA.-¡ Qué bueno, qué noble eres, Ma- nuel! MANUEL.-¿ Y cómo podía portarme de otro mo• do contigo, ámor mío, si todo 10 sacrificas por mí? <PASOS DE CABALLO. - GOLPECITOS EN LA PUERTA). MARIANITA (Alarmada).-¿ Quién será? lVIANUELITO.-.Debe ser Tagle, o la negra que trae_la comida. Voy a abrir. Por precaución, vete al otro cuarto. MANUELITO.-¿ Quién? T AGLE.-Amor y· amistad. <PASOS J. MANUELITO.-El santo y seña de Tagle. (Abre la puerta). Pasa, buen amigo. TAGLE.-Feliz mortal, príncipe encantado, ¿y tu bella hada? MANUELITO.-Entra, entra, loco. ¿Qué traes en esa alforja? T AGLE.-Como creo que el amor no llega hasta ha..: · cer bajar del techo una mesa bien servida, os traigo al-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx