La Perricholi, t. 2

168 MARI A J . ALVARADO RIVERA l\1ICAELA.-Sí, a tí no te importa nada... ¿Qué puede importarte? Un hijo que me cuesta tantos desve- los, tantos afanes, y se ena_mora de una mujerzuela, y hu- ye de la casa de su madre para unirse a esa mujer ... Eso es nada... Es un'!_ copa de miel. ECHARRI.-Se cansará de la muchacha, y regre· sará a ia casa de su madre. MICAELA.-Y mientras tanto ¿me cruzo de bra~ zos esperando el santo advenimiento, la vuelta del hijo pródigo, o que no vuelva más, y _se - quede con tal ser- piente? ECHARRI.-¿ Y que vas a hacer? MICÁELA.-Remover cielo y tierra hasta encon- trarlo y separarlo de esa perdida. ECHARRI.-En estas calaveradas de los mozos, es mejor que no intervengan los padres. MICAELA.-Con tus teorías y tu pachoya, bonito estaría el mundo. ECHARRI.-Con la intervención de los padres en los amoríos de los- hijos, o sin ella, el mundo será siem- pre lo mismo. l\!IICAELA (Llamando).-Mónica... Mónica. MONICA.-Mande mi amita. ¿Pareció el niño Manuelito? ·l\!IICAELA.-No, negra, no ha parecido; pero yo lo encontraré. Haz preparar la carroza, y . que venga Rita a vestirme. MONICA.-Sí, mi amita. (PASOS DE MONICA>. * * * LOCUTOR: Transcurre el mes de enero de 1797. Irradia el sol en un cielo de maravillosos colores. En la tierra, árbol~s, flores, pájaros, cantan a la vida... Afue- ra de las murallas de -Lima, en Santiago del Cercado,

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