La Perricholi, t. 2

L A P E R R I C H O L 1- 165 TAGLE.-Menos mal que la muchacha tenga ese refugio. MANUELrI~O.-Sí, la superiora es antigua amiga de la familia de Marianita, y le profesa cariño y estima- ción. T AGLE.-¿ Y qué piensas hacer? MANUELITO.-No lo sé; estoy aturdido ... Parece que hubiera recibido un golpe terrible en la cabeza. T AGLE.-Renuncia, pues, a la muchacha: dale gus- to a tu madre. MANUELITO (Voz ahogada ·en lágrimas).-La quiero mucho; es n1i primero y verdadero amor. T AGLE.-Mujeres hay muchas; madre una sola. MANUELITO.-Para mí no hay en el mundo más mujer que Marianita: no podría vivir sin ella. T AGLE.-¡ Y bueno! ¡Rediez! Eres ya un hom- bre, tienes veintisiete años, si tanto la quier~s cásate con ella. No siempre doña Micaela hará su soberana volun- tad; tendrá que perdonarte. MANUELITO (Animado).-¿ Cómo me aconsejas· que haga? ' ! _ · TAGLE.-En primer lugar, róbate a la doncella, así contraes una obligación seria con ella, y la justicia tam- bién estará de tu parte, y entonces tu madre, mal que le pese, tendrá que aceptar la yerna. MANUELITO (Alegre).-¡ Oh, es una idea salva• dora! La pondré en práctica. _TAGLE.-¿ Cuándo te la robas ( Se entiende que la niña se dejará robar, ¿no es así? MANUELITO.--Es muy escrupulosa; pero en vis-. ta de las circunstancias creo que hará ese sacrificio para llegar a ser mi esposa. T AGLE.-Bien; vamos a trazar los planes de la gran batalla; ¿cuándo raptas a tu princesa? MANUELITO.--No sé donde llevarla ... No había pensado en esto. /

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