La Perricholi, t. 2

156 MARI A J . ALVARADO RIVERA pobre, por detrás de las puertas, relegada a los rincones ... No quiero que sepa que estoy con ellas ... TAGLE.-¿ Me pides en serio, pues, que enamore 1 a tus damas? MANUELITO.-Si, en serio. Hazlo con la mayor pasión, para que se olviden de mí, o al menos tenga yo motivo para que pueda devolverles el reproche, y justi- ficar mi alejamiento. T AGLE.-¡ Ah · moral de los hornbres para con las pobres incautas hijas de Eva! MANUELITO.-¿ El diablo metido a predicador? TAGLE.-Pero dispuesto a renclirte un tributo de amistad, ayudándote a cancelar las c~entas de los ,amo• ríos desvanecidos. * * * ELVIRA.-Mónica, ven hazme un favor. MONICA.-Mande su Mercé, mi niña. ELVIRA':'-Dile a. don Manuel que se acerque a mí, que deseo hablarle. · 110NICA.-Voy a dar su recado, mi niña. TAGLE.-¿Dónde vas Mónica? · MONICA.-A llamar al 1.1iño Manuel, porque me manda la niña Elvira. TAGLE.-No le digas nada a Manuel. Yo voy a hablar con ella. MONICA (Con malicia).-Mejó, señó, mejo, que habléis vos con la niña. (Ríe). Pa mí que ya no e la san- ta de la devoción de mi niño Manuel, sino la niña Maria- nita. T AGLE.-Elvirita, al fin tengo el gusto de · habla-- ros al oído. ELVIRA (Discreta coquetería).-¿ Y qué queríais decirme al oído? T AGLE.-¡Qué sois hechicera!... ¡Qué ojos que os /

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