La Perricholi, t. 2

L A PERRICHOLI 155 MANUELITO (Aparte). ¡Otra querella! (Alto). Si he estado a vuestro lado, Elvirita. ELVIRA.-Quiero hab)ar con YOS. Llevadme al jardín. MANUELITO.-Con el mayor placer; pero voy a ver para qué me llama mi madre, y regreso. ELVIRA.·-¿Vuestra madre os llama? ¿Dónde es- tá? No la veo. · MANUELITO.-Está en otra sala; me hizo llamar con l\!Iónica. ELVIRA.-Icl, pues; más no olvidéis que os espero. Tengo muchas cosas que deciros. MANUELITO.-¡ Cuán feliz seré con vuestras con• fidencias !... Con vuestra venia. T AGLE.-¿ Dónde vas que pareces un prófugo? MANUELIT0.-1\!Ie veo en el más apurado trance, hermano. T AGLE.-¿ Cuál es ·ese trance? MANUELITO (Muy afligido).-¡ Las dos me repro· chan ... me reclarnan explicaciones, y con razón! TAGLE (Ríer-En la culpa va el castigo. Ya te decía g_ue habías elegido el peor de los juegos: hacer el amor a niñas honestas. MANUELITO.-He siclo un insensato. T AGLE.-¿ lVIe pediste que enamorara a 1\1argari- ta o en tendí mal? MANUELITO.-No has entendido mal, hermano; eso te pedí: que enamoraras a Margarita, y ahora te rue~ go que enamores también a Elvirita. TAGLE (Ríe).-¿ Me cedes, pues, tus conquistas? MANUELITO.-Hazlo, hermano: es el único me- dio para que me olviden. T AGLE.-Y a Marianita, ¿también quieres que la enamore? MANUELITO.-No, a Marianita no; es mi amor verdadero, y no quiero hacerla sufrir. Por allí anclará la

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