La Perricholi, t. 2

t Á ~ . PE!RlCHOLI MARIANIT A:-N o sé de donde vendrá lo de la sangre azul. ANTONIO.-Mire su l\1ercé, doña Marianita, a ver pongáis vuestro brazo así, golteaú, lo de. andebajo pa arriba... Así ... Ahora, el mío aquí al lado del vuestro... Yo creo que la sangre azul viene por l?- venas no má... Arbi- téis, . doña Marianita; a vos se ven la vena alzules ande- trás de la piel blanca. MARIANITA.-¿ Y a vos, ño Antonio? ANTONIO.-A mí se ven negra. Sí, si tengo cacu- mente, de allí viene el que lo blanco digan que tienen sangre azú. (Ríe). Pero ellos no comprende que lo azú son 'Sólo la vena, y si cortan la vena de un negro y la ve- 1 na de un blanco, corren de la dó vena sangre coloraa. (Ríe). En de eso no han caído ello ... , sino este zambo... luego yo tengo más entendimiento... Luego un zambo pue pensá y decí, mejore cosas que el blanco. MARIANITA.-¡ Qué ño Antonio tan gracioso! ANTONIO.-¿ Se rió su 1\t1ercé? ¡Eso es lo que que- ría! ¡ Aleg~á esa alma, esa pena que tené en er cuerpo, como si no juera hija de Dio pa gozá de la vida! MARIAN IT A.-Dicen que no se mueve la hoja del árbol sin la voluntad de Dios: así, pues, El depara a unos vida feliz, a otros desgraciada, y a mí me asignó esta úl- tima. ANTONIO.~¡ Qué ya a hacer cosas malas Dios, de permití que una niña sufra tanto! Esa son cosas de los hombres malos. Que les aserruchara el pescuezo así: (Asierra con furia la madera). MARIANITA.-Sí, los hombres son malos; pero como Dios es todopoderoso, podía impedir que hicieran el mal entre los buenos. ANTONIO.-Ese es un pozo mu hondo y mu escu- ro, en el que nunca se ha metido este probe c-arpinteró. MARIANITA.-Tenéis razón, ño Antonio, un po- zo muy hond9 y oscuro. . .. .... .

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