La Perricholi, t. 2

t A PE!RRiéHÓLI l3Í ELVIRA.-Sospecho que me ha dicho mil embus- tes para hacerme desistir de mi amor ... No debe estar en buenas relaciones con él... Es mentira que vaya a pedir su mano ... Mentira que le haya escrito, me lo habría di- cho la mixturera... Don Manuel debe de estar prendado de otra... ¡Oh! yo lo .sabré... Iré mañana mismo a su ca- sa... Lo sabré y defenderé mi ternura. --< ¡Dios mío, cuán· to le amo y cuánto sufro! LOCUTOR: 5 de Junio de 1796. Las calles apartadas, desola- das ... Las casas silenciosa s, ; del barrio de Apajo el Puen- te, también habían emigrado sus habitantes a la recep• ción pública y solernne que la ciudad hacía al Virrey don Ambrosio O'Higgins, Marqués de Osorno. Y en la quietud de la Al?-meda Vieja, en la suntuosa mansión que obsequiara el V irr ey a su adorada amante, como por obra de encantamiento, como por decreto de una ley misteriosa e inexorable, el hijo de aquella ardien-: te pasión, reviviendo en carne propia el idilio del padre. MANUELITO (Quedamente).-Marianita... Maria- nita... l\tlARIANITA (Angustiada).-¡ Don Manuel!... MANUELITO.-Mi bien... No puedo expresarte cuánto te agradezco tu celestial bondad. MARIANITA.-No ... no es bondad ... es ceguera... locura ... la que he cometido accediendo a vuestro rue- go... Estoy arrepentida... Perdonadme. MANUELITO.-¿ Te arrepientes de hacerme tan feliz? MARIANITA.-Tengo miedo... don Manuel... M~ debo ir ... Dejadme 'ir ... Hacemos mal. MANUELITO.-No mi delo, no te vayas ... Yo te respetaré... Nada te mas ... Ven ... tranquilízate... Dame tus manos para que las be.se... Así: con adoración.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx