La Perricholi, t. 2

MAR l A ) . ALVAR.Abo RIVERA ELVIRA.-Terminad de contarme. MARGARITA.-He concluído; no hay .. más. ELVIRA.-Es lo que se llama libertinaje, ¿no? MARGARITA.-Así es: libertinaje o vida licen""' c1osa. E _L VIRA.-Pero, ¿no dicen que el hombre nada pierde divirtiendose así? MARGARITA.-Así dicen que su honra nada su- fre; no son como nosotras las mujeres, que debemos guardar tanto recato. ELVIRA.-¿ Y por qué será esa diferencia? :fy.IARGARITA.-Porque así ha sido siempre. ¿Qué vamos a hacer? Paciencia. Además, me han dicho que todos, o casi todos son lo niismo, antes de casados. ELVIRA.-¡ Ah!, antes ele casados ... Y 1.lna vez que tienen esposa, ¿se enmiendan? MARGARITA.-Algunos, se en1niendan; otros, si· guen libertinos toda la vida... ¿Qué vamos a hacer? Pa- ciencia... Y a yo perdoné a don Manuel; y como está que ni un- santo sería más bueno, voy a amistar con él, para que pida mi man_o. ELVIRA.-Pero... ¿él? MARGARITA.-¿ El qué? Terminad. ELVIRA.-¿ El hará eso? . í . MARGARITA.-Sí, lo hará: n1e adora y no tiene más voluntad .que la mía. Ayer no más recibí carta de él. ELVIR..;\.-¿ Ayer? MARGARITA.-Sí, ya está bastante cas.tigado, y merece ahora un premio por su enmienda... Y a veréis... ya veréis; lo que sea sonará. . '. LOCUTOR: Apenas se halló Elvirita sola se reconcentró en su pensamiento y monologaba, torturada por amargas du- das y crueles celos.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx