La Perricholi, t. 2

128 MARI A J . ALVARADO RIVERA ELVIRA.-Pues vos nlisma. MARGARITA (Ríe).-Estaría soñal).do. ELVIRA.-¿ Cómo, no es cierto lo que me dijist.eis el último día que estuve en vuestra .casa? MARGARITA.- A ver, ¿qué os dije? ELVIRA.-Que. don l\1anael iba a pedir vuestra mano. MARGARITA.-Bueno, basta de chanzas; sois m1 buena amiga, ¿verdad? EL VIRA~-¿ Lo dudáis? . MARGARITA.-Lo creo y por eso os lo voy a con- fesar todo: era ver9.ad que Manuelito estaba empeñado en pedir mi mano. ELVIRA.-¿ No llegó a pedir la? MARGARITA.-No, porque en esos días supe mu- chas cosas de él; me enojé, reñimos y le dije que no fuera más a verme... ELVIRA.-¡ Ah!. .. ¿Y qué os dijeron de él? MARGARITA.-Cosas · que 110 debemos saber las niñas, dice mi madre. ELVIRA.-.¿Y por qué 110 vamos a saber las cosas de los hombres que van a ser nuestros esposos? MARGARITA.-.Lo mismo pienso yo, y siempre procuro saberlas, para no ser engañada. Así me enteré de las cosas de don Manuel. ELVIRA.-¿ No me las queréis decir? MARGARITA._.__Pero, ¿no le diréis\ a vuestra ma- dre, que yo os conté? ELVIRA.-No ... jamás platico con mi · madre de eso... MARGARITA.-Vamos un poquito más al.lá, para que no vayan a escuchar. .. * *' * .

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