La Perricholi, t. 2

124 MARI A J . ALVARADO RIVERA lVIICAELA.-¿ Qué os parece, Marianita? MARIANITA.-Creo que os qu.eda divinamente; te- néis un cuerpo muy hermoso. MICAELA.-¡ Zalamera! MARIANITA.-No; zalamería no; justicia: todo Lima lo dice. MICAELA.--¿ Qué dice, Lima? MARIANITA.-Que seguís siendo la mujer más her- mosa y elegante de la ciudad de los Reyes. MICAELA.-No hagáis que me envanezca. MARIANITA.-No sería envanecimiento, sino le- gítima satisfacción por lo que sois . MICAELA.-Tenéis mucha inteligencia, Mariani- ta: habláis como un letrado. MARIANITA.--Ahora sois vos la que me ponéis en. ~ peligro de envanecerme. MICAELA.-Merecéis toda clase ·de elogios, hija mía. ¿Estáis c~ntenta en mi casa? MARIANITA.-.Sí, doña Micaela: muy contenta. MICAELA.-¿ Nadie os molesta? JVfARIANITA.-Nadie, por el contrario, todos me demuestran mucho cariño. MICAELA.-Manuelito os respeta, ¿verdad? MARIANITA.-No le veo más que a las horas de comer, y siempre es muy fino conmigo. MICAELA.--Ha sido muy diablo; pero se ha en· mendado de una manera milagrosa. Me consid~ro una madre dichosa ahora. Dios me ha oído. Prendedme es- te clavel a la izquierda. MARIANITA.-¿ Así? MICAELA.-Sí; tenéis muy buen gusto... ¿Que- réis llamar a Mónica? (GOLPECITOS EN LA PUERTA>. MONICA.-¿ Da licencia, mi amita?

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx