La Perricholi, t. 2

~·. ~-·.,_.,_ .. L A PERRICHOLi 1ó9 me tocan... (Si estará loco). Pues aquí me tienes, herma- no de mis entrañas, ¿en qué puedo servirte? MANUELITO.-Vamos a botar? este zanguango. TAGLE.-¿A Juan? MANUELITO.-Sí. JUAN.-¿ Secretillos? T AGLE (Con reserva).-Oye, Juan, este parece me• dio tocado de la cabeza... JUAN (Asu~tado).-Yo también lo veo hoy medio raro... T AGLE.-Yo en la primera me escabullo... JUAN.-¡ Ay!... ¿y me voy a quedar yo sólo con él?... Mi querido Manuel, siento mucho dejarte; pero tengo una cita ... con una ·dama, a quien no puedo faltar ... Ya sabes, Tagle ... Adiós. MANUELITO.-¡ Qué mentecato! ¿Se ha asusta- do creyéndome loco? T AGLE.-Y yo también estoy por creer lo mismo... A ver, ¿qué te pasa? Desde aquella noche que fué tu ma- dre a sacarte de casa de Teodora, apenas he conseguido que nos acompañes tres nochecitas más, y al rayar la au.- rora has salido corriendo como un endemoniado. MANUELITO.-Pues ahora, ya no tendré que co- rrer. T AGLE.-¿ Verdad? ¿Te dejará más libertad tu madre? MANUELITO.-Mi madre no tiene que hacer en esto: yo mismo me la concedo para arreglar mi conduc- ta a mi voluntad ... T AGLE.-Bravo: entonces nos vamos esta noche donde la borrada, y te quedas a seguirla hasta hartarte... MANUELITO.-Te digo, que no tendré necesidad de salir corriendo a la madrugada, porque no iré. T AGLE (Aparte).-Creo que en verdad est-e anda mal de los sesos. (Alto). No entiendo vascuence; explí· cate en casteIIano. MANUELITO.-Hablo bien claro: no voy donde

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx