La Perricholi, t. 2

106 MARI A J . ALVARADO RIVERA nada con mi adversa suerte... Mas, llegasteis vos; me mi- rasteis; me escribisteis; me hablasteis ... Mi corazón que yó creía no amaría jamás, palpitó... (Suspira muy hondo) hasta querer romperme el pecho... Perdió su dulce tran- . quilidad para siempre ... El sueño ha huído de mis ojos; 1:1-na constante inquietud, me tortura... No pienso sino en vos. (Interrumpe la lectura. - Habla consigo mismo). Y yo, Marianita, también siempre os tengo presente... (Sigue la lectura). Lo únic9 que ansío es veros, aunque sea a través de la reja... ¿Es esto amor? Decídmelo vos que tendréis experien_cia... Devolvedme el sosiego... tran- quilizad mi corazón.-Mari~na. MANUELITO (Conmovido).-¡ Sí, es amor. .. amor ardiente, l\!Iarianita, el que sientes por mí!... ¡Qué feliz ... qué feliz soy!... ¡Cuánto ]a amo!... ¿Qué haré para poder hablarle?... Hablarle sin testigos ... Tenerla a mi lado... estrechar sus manos ... besárselas .. . MICAELA.-¿ Con quién estás, hijo? MANUELITO.-¡ Ah, madre, no os sentí cuando entrasteis! MICAELA (Risueña).-Hablabas solo. . MANUELITO.-La costumbre del estudio, madre, me ha hecho quedar con la manía de hablar solo. MICAELA.-Y a propósito, hijo, quisiera que con- tinuaras ocupándote ele libros y cosas del entendimien- to. Voy a hablar con el reverendo padre Manuel Cam- pusano, para que vayas al convento, y te aconseje sobre lo que puede·s leer. MANUELITO.-Bueno madre. Os daré gusto. MICAELA.-Hace siete meses que llegaste y en todo e,ste tiempo no te has ocupado de nada útil, hay que emplear el tiempo en algo bueno. MANUELITO.-Sí, madre, es también mi deseo. MICAELA.-Dios te conserve en su gracia. Yo voy ahora al mes de María. ¿No quieres acompañarme? La carroza está lista.

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