La Perricholi, t. 2

104 MARI A J . A L ·v AR A D O ..R I V E R A 1\!IANUELITO.-¡ l\1adre, hacéis estremecer mi al- ma!. .. ¡Perdonadme... · así, ele rodillas, os imploro perdón, y que me bendigáis, y me ayudéis siempre a no apartar- me de la senda del bien!... MICAELA.-¡ Hijo, Dios te bendiga y te sostenga en tus buenas ·disposiciones! * * * LOCUTOR.: Algunos meses después, en la Iglesia de Copacaba- na del barrio ele Abajo el Puente. Es domingo. Predi- ca el reverendo fray Manuel de Campusano, de la orden de San Francisco, reputado como elocuente orador. El templo está lleno de fieles. Las asiladas atienden la mi~ sa a través de la reja de la capilla, situada al fondo de la Iglesia. Entre ellas no faltan jóvenes hermosas que observan curiosas a la concurrencia, y... que también atraen las ávidas miradas de los devotos ... Toca al órgano, el maestro Antonio Sayas, una com- posición de Palestrina. CORGANO l/2 MINUTO>. CAMPUSANO .-Sí, hermanos míos en Jesucristo, cuidaos mucho del pecado; velad siempre sobre sí, y do- minad vuestr.as pasiones, para que no seáis condenados al infierno por el supremo Juez. Bien sabéis cuán terri- bles son las penas que sufren los que quebrantan los san- tos mandamientos de la ley divina. UNA VOZ.-Atiende, niña, lo que dice su paterni· dad; no mires al lado de los hombres. CAMPUSANO.-Llamas ardientes envuelVen . los cuerpos que se doblegaron al pecado, quemándóles eter- namente. MONICA.-Jesús, María y José, la virgen del Car- men me libre del infierno. CAMPUSANO.-Fierros calentados al rojo, son in-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx