La Perricholi, t. 2

M Á RIA J . ALVARADó RlVÉllA MARGARITA.-Que a veces se pierden, estando días sin venir a su casa. ELVIRA.-¡ Ah! . ¿Eso dicen? MARGARITA.-Entonces, Elvirita, cura a don Manuel de perderse: es deber de cristiana. ELVIRA.-¡ Ay! ¡Yo.! Cúralo tú. MARGARITA.-No finjas, hija, si me cuentan sin lugar a duda, que te hace la corte. ELVIRA.-No... , a mí no... más bien a tí. Me lo aseguran. MARGARITA (Ríe... ) Bueno, te estoy engañando por juego... Pero como te considero una buena amiga... ELVIRA (Vehemente).-¿ Me engañabas, decís?... ¿Entonces?... MARGARITA.-Entonces... la verdad es que don Manuel. .. ELVIRA (Con ansiedad).-¿ Qué?... Dí. .. ¿Don Ma- nuel? MARGARITA.-Va . a pedir mi mano. ELVIRA.-¿ El te lo ha ofrecido? MARGARITA.-El, pues hija, ¿quién iba a ser? Pero, ¿qué tienes? ... Te pones pálida. ELVIRA.-No estoy muy bien... salí por tomar aire. MARGARITA.-¿ Quieres un pocillo de manzani- lla? Voy a llamár a la esclava... ELVIRA.-No... no la. llames ... Me voy ya ... * * * LOCUTOR: Mientras las doncellas sufren la ausencia del bien amado, y la tortura de los celos, en casa de Teodora, la' borrada. tRONOUIDOSJ. TEODORA.-¡ Qué campo de dijuntos !. .. ¡Qué hom- bres · sin juerzas como muñeco de alfeñique!. .. Cuando en mi mocedade que lo señore pasaban tre día con, su tre no•

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