La Perricholi, t. 2

días. . 't A PERRICHOLI ELVIRA.-¿ Verdad? MARGARITA.-¿ Por qué dudas? 97 ELVIRA.-J\tle dijeron que te enseñaba todos los MARGARITA.-.¡Ay! ¡Qué gente trompetera! ELVIRA.-¿ Es mentira entonces? MARGARITA.-Y tap grande como la Plaza de Armas ... ¿No lo sabes tú? ELVIRA;-¿ Qué lo sé yo? Si lo supiera no te lo preguntaría. MARGARITA.-Como me dicen que te dá. serena- tas, y conversa contigo todas las noches, por la venta- na, creía que te habría contado que no viene aéá. ELVIRA.-¡ A_y, qué reverenda mentira! , NIARGARITA.-Y te pones colorada como una amapola. ELVIRA.-Por el calor, hija. Hace calor. MARGARITA (Ríe burlonamente) .-¿Te sofoca ·el c;alor en mayo?' ELVIRA..-Puede ·ser que alguna v_ez haya cantad.o en mi barrio; pero habrá sido a otra. · MARGARITA.-¿ Verdad? ¿No es tu galán? ELVIRA.-No, ¡qué ocurrencia! Yo lo veo de casua- lidad. Y ahora, ni así ... ¿No ha venido por acá? MAR.GARITA,-¿ Desde cuándo no lo ves? ELVIRA.-Hace unos ocho días, que lo ví en la Iglesia. ¿Y tú? MARGARITA.-Nó le veo desde el Domingo. En la misa fué, precisamente. ELVIRA.-Nadie le ve por ninguna parte. MARGARITA.-Así oí decir a mi padre, que m en su casa saben de él. EL VIRA.--¡ Ni en su casa!... · l\1ARGARITA.-Dicen que antes de casarse todos . los hombres son así. ELVIRA.--¿ Cómo así?

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