las necesidades funcionales de reproducción de la sociedad, no en las relaciones de interdependencia estructurales entre personas, grupos e instituciones. En otras palabras, su teoría juega a favor de la teoría de la estratificación social —que implica entender la desigualdad a partir de sus consecuencias y no de sus causas— en oposición a la de las clases sociales62. Este paradigma perdió vigencia hacia mediados de los setentas, momento en el cual cobran relevancia distintas escuelas macro y microsociales y enfoques que buscan sintetizar los aportes de las dos corrientes principales de la sociología para superar las antinomias clásicas. Corcuff (1998) señala que el intento más importante en esta última dirección ha sido llevado a cabo por la corriente que él denomina constructivismo social, en la cual se encuentran Habermas, Giddens, Bourdieu y Elias, lo que significa que desde esa década el centro de la creatividad sociológica retornó a Europa y que los académicos norteamericanos dejaron de ser los principales productores de teorías en sociología63. Los años de la institucionalización de la sociología en América Latina En América Latina se produce en este periodo un ciclo de crecimiento económico, acompañado de fortalecimiento académico, que permite la innovación en los campos de la teoría social y económica, especialmente durante los años 1960-1975. A partir del análisis de Raúl Prebisch (1949) sobre el deterioro de los términos de intercambio, comenzaron a surgir nuevas posiciones que partían de la crítica frente al «libre comercio» y la exportación de materias primas como eje del desarrollo en el continente y que tomaban como unidad de análisis el enfoque de centro y periferia. De particular importancia fue la teoría de la dependencia, crítica del enfoque estructural funcionalista y de la teoría de la modernización, que buscaba romper con la tendencia dominante en Estados Unidos. La premisa básica es que en América Latina el capitalismo y los Estados nacionales no se desarrollan con las mismas características que en Europa y que es necesario analizarla desde la posición de subordinación que ocupaba en el sistema intersocietario. La teoría de la marginalidad, propuesta entre otros por Roger Vekemans (1969), fue otro enfoque relevante que sostenía que los países de la región se caracterizaban por contener dentro de sí dos sectores con escasos vínculos entre ambos: uno moderno y otro - tradicional. Partiendo de algunos postulados de la teoría de la modernización, planteaba que el primero debería de incluir al segundo, conceptualizado como el sector marginal. Quijano (1977) y Nun (1968, 1969) criticaron este enfoque aduciendo que ninguna sociedad puede funcionar con dos sectores desarticulados. Por el contrario, sostuvieron que la marginalidad se explica por la relación inequitativa entre ambos sectores y por el tipo de capitalismo en marcha en América 43
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