Una segunda clasificación permite establecer un abanico mayor de lógicas institucionales en función de la división social del trabajo: familiares, económicas, políticas, religiosas, artísticas, científicas, entre otras, cada una de las cuales presenta sus propios parámetros valorativos y normativos sin ofrecer mayor correspondencia entre sí. Al respecto, Berger y Luckman (1968) afirman que al no existir en la vida social ni integración ni una única lógica institucional, es tarea de los actores individuales y colectivos encontrar modos de enfrentar tal situación, lo cual no está exento de angustia, incertidumbre y desasosiego personal y social. En síntesis, las instituciones, a la vez que brindan dirección y control a la conducta de los individuos, también generan zonas ciegas; por esta razón los actores sociales, desde una visión ético-política basada en el respeto a los demás y en el valor de la vida, la justicia y la libertad, están obligados a criticarlas y a contribuir a mejorarlas, pues de otro modo se corre el riesgo de naturalizar el mundo social y de perpetuar las injusticias, las desigualdades y la falta de libertad. Es en este sentido que se afirma que las instituciones, a la vez que posibilitan, constriñen el pensamiento y las prácticas sociales. c. Instituciones y negociación normativa, cambio social y desinstitucionalización Dentro del universo de las construcciones sociales las instituciones son las que tienden a mantener una permanencia mayor en el tiempo —pues el cambio social259 no se produce de la misma manera y con la misma velocidad en todas las dimensiones de las sociedades—, pero también están sometidas, a su vez, no solo a grandes sino también a pequeñas y constantes transformaciones. La permanencia y a la vez las transformaciones constantes de las instituciones ocurren porque, al expresarse mediante las organizaciones y las prácticas sociales260, y al ser sus reglas umbrales que marcan límites al comportamiento permitido, están sujetas a negociación y condicionadas a distintos grados de adhesión y compromiso por parte de los actores sociales. Los roles de profesor y estudiante, por ejemplo, si bien están pautados y formalizados, permiten que los agentes concretos, sin traspasar los límites institucionales, puedan desempeñarlos dentro de una gama amplia con respecto a la dedicación y habilidad privativa de cada quien; así, cada estudiante y cada profesor es un caso peculiar, dentro de un universo institucional dado. De otro lado, en tanto las instituciones señalan 162
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