aquélla como solución “permanente” a un problema “permanente de una colectividad dada”»254. Las instituciones, como lo señalan Mead y Berger y Luckman —y lo reconoce Durkheim también—, no son una realidad externa a las prácticas de los agentes y forman parte tanto de los medios como de los controles de estos; para que existan y funcionen tienen que tener legitimidad, es decir, que las personas, además de conocerlas, acepten guiar su conducta por ellas. Por ello, el análisis de las instituciones y de los procesos de institucionalización requiere prestar atención a sus cuatro aspectos centrales: 1. la dimensión objetivada —la vigencia de valores y la claridad normativa—; 2. las prácticas sociales; 3. las condiciones —organizacional, relacional y de infraestructura— en que se realizan; y 4. la dimensión subjetivada, la forma en que el mundo institucional posibilita la configuración de la matriz interna de las personas para que puedan expresarse y actuar organizadamente. Todo proceso de institucionalización supone también su desinstitucionalización255. No hay ningún producto de la vida social cuya existencia esté fijada para siempre, ya que está en permanente flujo pues se desenvuelve mediante relaciones de cooperación y conflicto entre actores individuales y colectivos, lo que da origen a continuos procesos de aceptación y resistencia. Con base en los planteamientos recién presentados, en este texto conceptualizamos a las instituciones como complejos valorativos y normativos que definen lo deseable, lo aceptable y lo cognoscible en aspectos fundamentales para la reproducción de la vida social individual y colectiva que se expresan, reproducen y transforman a través de las prácticas sociales y las organizaciones. a. Principales instituciones256 Toda sociedad debe de resolver y atender, de alguna forma, varios problemas centrales para garantizar la sobrevivencia de sus integrantes. Entre los problemas principales y comunes a todo tipo de sociedades, que 158
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