En contraste con esta posición, pero reconociendo también su dimensión objetivada, Mead, en concordancia con su teoría sobre la configuración social de la persona245, define a las instituciones a partir de la relación de la conducta individual con el marco sociocultural en el que se desarrolla: La comunidad o grupo social organizados que proporciona al individuo su unidad de persona pueden ser llamados «el otro generalizado». La actitud del otro generalizado es la actitud de toda la comunidad. Así, por ejemplo, en el caso de un grupo social como el de un equipo de pelota, el equipo es el otro generalizado, en la medida en que interviene —como proceso organizado o actividad social— en la experiencia de cualquiera de los miembros individuales de él246. Es en la forma del otro generalizado como los procesos sociales influyen en la conducta de los individuos involucrados en ellos y que los llevan a cabo, es decir, que es en esa forma como la comunidad ejerce control sobre el comportamiento de sus miembros individuales247. Como he dicho antes, una institución, después de todo, no es más que una organización de actitudes que todos llevamos adentro, las actitudes organizadas de los otros, que controlan y determinan su conducta. Pues bien, el individuo institucionalizado es, o debería ser, el medio por el cual el individuo se expresa a sí mismo a su manera, porque tal expresión individual es lo que se identifica con la persona en los valores esenciales a esta y que surgen de esta248. Berger y Luckman249, con base en su propuesta central «La sociedad es un producto humano. La sociedad es una realidad objetiva. El hombre es un producto social»250, definen institución como la «tipificación recíproca de acciones habitualizadas por tipos de actores»251. Estos autores señalan que las instituciones, que son creadas colectivamente a través de las práctica sociales, definen qué tipo de acciones deben ser llevadas a cabo por qué tipo de actores; implican historicidad y control social; se experimentan —dada su historicidad— como si poseyeran una realidad propia frente a los individuos (el mundo institucional se experimenta como una realidad objetiva252 pues tiene una historia que antecede al nacimiento del individuo y no es accesible a su memoria biográfica); y se internalizan a través de los procesos de socialización. Cuanto más se institucionaliza el comportamiento, más previsible y más controlable se vuelve; pero a su turno, una vez configuradas las instituciones, se abre también camino la desviación social253. Finalmente, afirman que «la transmisión del significado de una institución se basa en el reconocimiento social de 157
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