Lo que en la actualidad se denomina globalmente como cultura incluye, de manera implícita o indiferenciada o poco articulada, distintos aspectos creados por las diversas prácticas sociales a lo largo de la historia, tal como se vio al comienzo del acápite. Esta noción tan abarcante de la cultura, al no distinguir metódicamente sus diferentes componentes y niveles de integración, pierde claridad, por lo que conviene explorar una ruta que permita abordarla con mayor precisión. La noción de sistema simbólico232, a nuestro parecer, es un instrumento que permite cumplir con este propósito. Para nuestros fines, en concordancia con Elias (2000b), definiremos inicialmente al sistema simbólico como un conjunto de procedimientos y categorías de clasificación, orientación y de comunicación generados por las sociedades a lo largo del tiempo en sus diversos campos de actividad, de acuerdo a su grado de diferenciación. Entraña un conjunto de convenciones que permite distinguir, comprender, emprender y organizar prácticas sociales específicas según los campos de actividades en los que se realizan; por ejemplo, los aspectos y reglas que se consideran pertinentes en la ciencia son distintos a los de la religión o a los del arte. En cada uno de los campos de actividad el sistema simbólico correspondiente se expresa a través de sus valores, normas, ritos y sentidos prácticos. Cada campo de actividad tiene su propia estructura de posiciones que otorga acceso diferenciado a los recursos tangibles e intangibles del campo, lo que da origen a distintos intereses individuales y grupales y a luchas por imponer los propios puntos de vista. Los sistemas simbólicos empleados para legitimar el dominio de un grupo sobre otros pertenecen al campo de las visiones del mundo en términos globales y al de las ideologías políticas en términos más específicos. En este sentido, la cultura es también un campo de lucha y un elemento diferenciador entre grupos y clases sociales. La construcción de los sistemas simbólicos y las prácticas que los reproducen son el resultado tanto de lo que cada grupo o sociedad particular ha creado, como de la interacción —positiva o negativa, simétrica o asimétrica— entre grupos y/o sociedades; por ejemplo, las dimensiones simbólicas de la religión, las ideas políticas, las formas de gobierno, las nociones de persona, libertad, igualdad, justicia, la ciencia, el dinero, el comercio, la guerra, el arte y la gastronomía son fruto de múltiples interacciones intra e intersocietarias a lo largo de la historia. 152
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