corroboradas por la evidencia disponible y las afirmaciones que solo pueden reivindicar una condición de suposición provisional y no verificable. En segundo lugar está el tamaño del campo del que se extrae material para el juicio. Para casi todos nosotros, los no profesionales, ese campo se limita al de nuestra vida personal. Sin embargo, dada la enorme diversidad de las condiciones de nuestras vidas, cada experiencia basada únicamente en un mundo individual es necesariamente parcial y muy probablemente unilateral. Esto solo se ratifica reuniendo y comparando otras experiencias, de muchos mundos. El resultado general será el descubrimiento del íntimo vínculo existente entre la biografía individual y los procesos sociales amplios que el individuo puede no conocer y seguramente es incapaz de controlar. La tercera diferencia pertenece al modo en que sociología y sentido común explican la realidad humana: mientras tendemos a percibir todo lo que acontece como una consecuencia de la acción intencional de alguien, la sociología se opone a la visión personalizada. Pensar sociológicamente es intentar explicar la condición humana a través del análisis de las múltiples redes de la interdependencia humana. Finalmente, mientras el sentido común depende de la índole autoevidente de sus preceptos, la sociología aspira a superar sus limitaciones abriendo las posibilidades que este tiende a cerrar. Al cuestionar nuestro conocimiento de sentido común, la sociología nos impulsa y alienta a reevaluar nuestra experiencia, a descubrir más interpretaciones posibles y a tornarnos algo más críticos, a aceptar cada vez menos las cosas como son actualmente o como creemos que son. * Ver Bauman (1994, pp. 17-21). El resumen es del autor. 1.3 SOCIOLOGÍA, ÉTICA Y POLÍTICA Las teorías, conceptos y modelos analíticos que utiliza la sociología para estudiar al mundo empírico son instrumentos para el análisis, no un reemplazo de la realidad social; no obstante, sin ellos todo intento de abordar sistemática y metódicamente la objetivación y la fluidez de la vida social está condenado al fracaso. Para evitar equívocos hay que tener presente que muchos de los términos académicos, definidos con distintos matices por las diferentes escuelas teóricas —como por ejemplo Estado-nación, mercado, comunidad política, monopolio legítimo de la violencia, ámbitos público y privado, ciudadanía, justicia, libertad, democracia, empleo, trabajo, racionalidad, ciencia, autonomía personal, subjetividad, etcétera—, son a la vez nociones de uso cotidiano cargadas con diferente significación según sean las condiciones socioeconómicas, de género, edad y etnia de quienes las emplean; y también categorías jurídico-políticas amparadas por la concentración de 14
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