Teoría sociológica

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Orlando Plaza Jibaja es Licenciado en Sociología (1978) por la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú, y Máster en Sociología (1973) por la Universidad de Wisconsin. Es profesor principal del Departamento de Ciencias Sociales, al cual pertenece desde el año 1970, y profesor en la Maestría de Sociología en diversos cursos relacionados a los temas de desarrollo, desarrollo rural territorial, comunidades campesinas y economía campesina, metodología de la investigación social, desigualdad y clases sociales y teorías sociológicas clásicas y contemporáneas. Es autor o editor de varios libros, entre los que se encuentran Economía campesina (editor, 1979), Formas de dominio, economía y comunidades campesinas (con Marfil Francke,1981), Desarrollo rural. Enfoques y métodos alternativos (1998), Clases sociales en el Perú. Visiones y trayectorias (coordinador, 2007) y Cambios sociales en el Perú (coordinador, 2012). 3

Orlando Plaza TEORÍA SOCIOLÓGICA ENFOQUES DIVERSOS, FUNDAMENTOS COMUNES 4

Teoría sociológica Enfoques diversos, fundamentos comunes Orlando Plaza © Orlando Plaza, 2014 © Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2014 Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú Teléfono: (51 1) 626-2650 Fax: (51 1) 626-2913 feditor@pucp.edu.pe www.fondoeditorial.pucp.edu.pe Diseño, diagramación, corrección de estilo y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores. ISBN: 978-612-317-031-8 5

En los cincuenta años de creación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú, a los fundadores, a mis maestros, a mis colegas profesores, a mis estudiantes, al personal secretarial y administrativo con gratitud, aprecio y reconocimiento, y a María Beatríz, siempre. 6

PREFACIO Este texto es una invitación para emprender y profundizar el aprendizaje y dominio de la teoría sociológica general desde una perspectiva que busca entender no solo las diferencias entre las escuelas, sino también los aspectos que tienen en común. Esta perspectiva posibilita asumir a nuestra disciplina no como un conjunto de propuestas inconexas sino como fruto de un diálogo áspero y agresivo por momentos, y concordante o desafiante en otras ocasiones, cuyos resultados son siempre provisionales, pues nuestras propuestas no dependen solo de la lógica que le podamos imprimir a nuestras teorías, sino también de la lógica social, política y simbólica. La teoría sociológica, en este texto, es entendida como el conjunto de problemas, ejes temáticos y constelaciones de conceptos referidos a la naturaleza social de los seres humanos y a la manera en que están organizadas, funcionan, se reproducen y transforman las sociedades. Este tema, a la vez que es común a las diversas escuelas sociológicas, es tratado por estas desde sus particulares enfoques —en ocasiones con distinto lenguaje para referirse a nociones similares—, lo que implica diferentes ángulos, grados de elaboración y apuestas diversas por la explicación o por la comprensión como método y propósito de la sociología. Distintos autores han utilizado diferentes criterios para presentar estos aspectos, por ejemplo, Timasheff (1961), la historia de las ideas sociológicas y los principales aportes de autores; Martindale (1968), las escuelas sociológicas; Collins (1996), Cuff (1985) y Corcuff (1998), las corrientes y tradiciones sociológicas; Nisbet (1969), conceptos dicotómicos. En otros casos se ha utilizado una teoría o enfoque sociológico determinado, por ejemplo, Hewitt (1986) utilizó el interaccionismo simbólico y Johnson (1960) el estructural funcionalismo. También encontramos el diálogo con otras escuelas a la vez que la revisión de los fundamentos del enfoque propio, como en el caso de Alexander (1995); así como la presentación de escuelas a partir de temas y conceptos centrales, como sucede con Giddens (1998) y Macionis (1999). 7

Este texto, a partir de una lectura propia elaborada en diálogo con enfoques clásicos y contemporáneos, presenta una propuesta históricoanalítica para el aprendizaje, enseñanza y manejo de la teoría sociológica general, organizada en función de cuatro grandes campos conceptuales: 1. Los marcos de referencia presentes en todas las escuelas. 2. La complejidad y multidimensionalidad de la sociedad requiere para su abordaje puntos de referencia para efectuar el análisis sin perderse en la tarea. La formulación más adecuada sobre estos es la que hizo Znaniecki hace más de setenta años y que es recogida por Schutz: todo fenómeno social puede estudiarse desde alguno de los siguientes marcos de referencia: persona, acción, cultura o estructura social. Entendida dialécticamente esta formulación indica que, dada la complejidad y multidimensionalidad de la sociedad, todos los fenómenos sociales contienen las dimensiones que los marcos de referencia expresan, y es esta característica la que los convierte en un eje central que atraviesa, a lo largo de toda la historia de la sociología, a todas las escuelas y que en la sociológica contemporánea se constituye en el núcleo fundamental de las propuestas y formulaciones teóricas desarrolladas por los más importantes sociólogos contemporáneos: Parsons, Elias, Bourdieu, Giddens, Habermas, Touraine. 3. Finalmente, los conceptos de los marcos de referencia constituyen las nociones más básicas de nuestra profesión, aquellas que todos los sociólogos deben dominar para poder hacer propuestas, análisis y entender las similitudes y las diferencias entre escuelas. 4. Las categorías dicotómicas empleadas para acercarse a la realidad social. 5. Los conceptos y perspectivas que configuran, con matices propios de cada escuela, la forma de razonar sociológica: relaciones, procesos, estructura, agencia, desigualdad, poder, temporalidad, espacialidad, corporeidad, sistemas simbólicos. 6. Los modelos analíticos que las escuelas elaboran para estudiar los temas concernientes a los marcos de referencia y a sus relaciones. El texto está organizado en tres partes. La primera presenta la perspectiva y forma de razonar sociológicas y, en su desarrollo, explica los 8

cuatro grandes campos conceptuales que guían la reflexión de conjunto. Especial atención se pone a la discusión sobre el objeto y método de la sociología y las conceptualizaciones sobre sociedad y tipos de sociedades. La segunda parte presenta, desde una perspectiva sociológica, los procesos centrales que configuraron a la modernidad en sus distintas etapas (temprana, intermedia y tardía) y sus efectos diferenciados sobre las sociedades europeas y americanas. Estos procesos dieron origen a las instituciones y organizaciones (Estado-nación, capitalismo, procesos de racionalización, burocracia, estructura de clases) que rigen las prácticas sociales de las personas y países, y a la vez constituyen la base de las categorías centrales sociológicas. La tercera parte aborda y presenta cada uno los cuatro marcos de referencia de manera sintética: persona social, acción-interacción, cultura e instituciones, y estructura social. En cada marco de referencia se ofrecen, a modo de ejemplo, diferentes modelos analíticos generados por las distintas escuelas para estudiarlo. La delimitación temporal del texto, en lo que se refiere a la producción sociológica, abarca a autores de los periodos clásico y contemporáneo; mientras que en lo que atañe a los procesos sociohistóricos hace hincapié en la modernidad inicial y en la modernidad intermedia. La organización de los capítulos y la delimitación teórica están dirigidas a posibilitar la comprensión y estudio de la nuestra disciplina a través del tiempo en relación con los cambios sociales, y a fomentar el aprendizaje de la teoría sociológica como una de las herramientas principales para el análisis y la intervención social. En ese sentido, el texto es muy útil tanto para los estudiantes de sociología y los profesores de los cursos como para los profesionales que buscan volver a los fundamentos de la disciplina. Por su naturaleza, propósito y la bibliografía anotada este libro aspira a ser un acompañante en el ejercicio profesional y académico de nuestra carrera al cual se puede acudir siempre en busca de consulta. 9

PARTE I. SOCIOLOGÍA Y SOCIEDAD 10

CAPÍTULO I. ¿QUÉ ES LA SOCIOLOGÍA? 1.1 CIENCIA Y SOCIOLOGÍA La sociología es una disciplina que, además de abarcar una gama muy vasta y variada de temas, tiene la ambición —a diferencia de las otras ciencias sociales, que se especializan en un campo específico del universo social— de dar cuenta de la organización general de la sociedad, lo que hace muy compleja la tarea de definirla. Conviene por lo anterior empezar con una definición provisional y muy básica: la sociología es una ciencia que estudia a los seres humanos en sociedad. La ciencia es una actividad humana enmarcada histórica y socialmente —sus características centrales se configuraron inicialmente entre los siglos dieciséis y diecisiete en Europa Occidental1 a partir de las prácticas y métodos de las ciencias naturales— dirigida a producir conocimiento de modo sistemático y controlado mediante la aplicación de reglas y procedimientos institucionalizados en campos específicos de la naturaleza y de la vida humana. En el paradigma vigente, se centra en el estudio de lo que es y no de lo que debe ser, para lo cual utiliza teorías, conceptos e información fáctica. La ciencia, en tanto actividad institucionalizada, se asienta en un campo de relaciones y posiciones sociales integrado por organizaciones y científicos provenientes de todo el mundo. Como todo campo social, este es un campo de fuerza, pues su permanencia en él exige conocer y aceptar las reglas de juego y de lucha, pues sus miembros compiten por los recursos materiales y simbólicos existentes2. Las reglas y procedimientos del conocimiento científico demandan a cada disciplina aplicar a su objeto de estudio una forma de razonar metódica basada en una perspectiva o enfoque conceptual3; en conceptos interrelacionados; en teorías que guíen las hipótesis, el recojo de información, el análisis y la interpretación de los datos; y en el manejo diestro de métodos, instrumentos y técnicas. Teoría, métodos e 11

información empírica entrelazados son los elementos constitutivos de la ciencia4. Todos los procedimientos descritos tienen un carácter público y están sometidos a escrutinio y crítica de colegas y legos. El conocimiento se valida no por la autoridad personal de quien lo produce, sino por la calidad de la información recogida, analizada e interpretada mediante procedimientos estandarizados. Hasta ahora, por comodidad conceptual, hemos hablado de la ciencia en singular, asunto válido hasta cierto punto en tanto los diversos saberes científicos comparten un substrato común; sin embargo, en la práctica científica lo que existen son ciencias en plural (usualmente se suele distinguir, con sus correspondientes subdivisiones, tres grandes agrupamientos: ciencias naturales, ciencias del espíritu o de la cultura y ciencias sociales)5 que se acercan a la complejidad del mundo desde distintas perspectivas y desde campos acotados por cada especialidad, lo que significa que sus entradas son siempre unilaterales. En relación a este último punto conviene resaltar dos características centrales del conocimiento científico: 1. Su carácter abierto y, por tanto, provisional. Las ciencias no producen verdades definitivas y atemporales, sino aproximaciones al mundo empírico debido, entre otras razones, a que este se halla en constante transformación; es por esto que están obligadas a mejorar constantemente sus enfoques, teorías e instrumentos metodológicos. 2. No es el único que existe en el mundo social: filosofía, arte, religión, matemáticas, sentido común, son otras formas de producir conocimiento y entendimiento, y de fundamentar prácticas sociales. La pretensión de la ciencia contemporánea no es arrogarse el monopolio del conocimiento válido, sino señalar su carácter específico por el tipo de procedimientos que emplea para formular sus asertos. 1.2 SOCIOLOGÍA Y SENTIDO COMÚN La sociología, a la vez que se diferencia, está estrechamente relacionada con el sentido común —«ese conocimiento rico pero desorganizado, asistemático y con frecuencia inarticulado e inefable del que nos valemos para el diario oficio de vivir»—6, pues este constituye la materia 12

fundamental para hacer análisis sociológico: por qué las personas se comportan como lo hacen, y por qué y cómo utilizan determinadas categorías para definir las diversas situaciones que enfrentan en la vida cotidiana. Sin embargo, para explicar y comprender la vida social el sociólogo debe ir más allá tanto en contenidos como en modos de obtener y fundamentar el conocimiento. En primer lugar, esto es así porque, si bien es cierto que los agentes sociales siempre pueden dar cuenta de las razones de sus acciones y de lo que se proponen obtener en las circunstancias inmediatas en las cuales actúan —pues ser miembro competente de una sociedad implica saber responder por qué se hace lo que hace—7, al estar fundadas en el sentido común, aquellas tienen la limitación de dejar de lado las condiciones inadvertidas y las consecuencias no buscadas de su actuación8. En segundo lugar, porque para desenvolverse en la vida diaria los actores constantemente suspenden la duda y utilizan espontáneamente el conocimiento aprendido en la socialización mediante el uso de lo que Giddens llama «conciencia práctica»9. La suspensión de la duda supone la aceptación y el manejo, la mayoría de las veces implícitos y acríticos, del sentido común y de las convenciones de la sociedad10, adquiridos en la socialización primaria y secundaria. Si bien las convenciones presentan una gran fortaleza para marcar las pautas de comportamiento y las categorías de entendimiento de la vida social, a su vez son frágiles porque su vigencia depende de que los actores las acepten sin cuestionamientos. Cuando se presenta algún tipo de problema en la comunicación, un mal entendido, una mirada agresiva o se toma conciencia de una situación injusta, por ejemplo, las convenciones son cuestionadas, dejan de operar11 o son reemplazadas. En síntesis, el conocimiento sociológico exige interconectar el sentido común y las prácticas sociales con las condiciones estructurales y los sistemas simbólicos de la sociedad. Zygmunt Bauman: diferencias entre sentido común y sociología* En primer lugar la sociología hace un esfuerzo por subordinarse a las rigurosas reglas del discurso responsable, que supuestamente es un atributo de la ciencia. Esto significa que de los sociólogos se espera que se preocupen especialmente por distinguir —de manera clara y visible para cualquiera— entre las formulaciones 13

corroboradas por la evidencia disponible y las afirmaciones que solo pueden reivindicar una condición de suposición provisional y no verificable. En segundo lugar está el tamaño del campo del que se extrae material para el juicio. Para casi todos nosotros, los no profesionales, ese campo se limita al de nuestra vida personal. Sin embargo, dada la enorme diversidad de las condiciones de nuestras vidas, cada experiencia basada únicamente en un mundo individual es necesariamente parcial y muy probablemente unilateral. Esto solo se ratifica reuniendo y comparando otras experiencias, de muchos mundos. El resultado general será el descubrimiento del íntimo vínculo existente entre la biografía individual y los procesos sociales amplios que el individuo puede no conocer y seguramente es incapaz de controlar. La tercera diferencia pertenece al modo en que sociología y sentido común explican la realidad humana: mientras tendemos a percibir todo lo que acontece como una consecuencia de la acción intencional de alguien, la sociología se opone a la visión personalizada. Pensar sociológicamente es intentar explicar la condición humana a través del análisis de las múltiples redes de la interdependencia humana. Finalmente, mientras el sentido común depende de la índole autoevidente de sus preceptos, la sociología aspira a superar sus limitaciones abriendo las posibilidades que este tiende a cerrar. Al cuestionar nuestro conocimiento de sentido común, la sociología nos impulsa y alienta a reevaluar nuestra experiencia, a descubrir más interpretaciones posibles y a tornarnos algo más críticos, a aceptar cada vez menos las cosas como son actualmente o como creemos que son. * Ver Bauman (1994, pp. 17-21). El resumen es del autor. 1.3 SOCIOLOGÍA, ÉTICA Y POLÍTICA Las teorías, conceptos y modelos analíticos que utiliza la sociología para estudiar al mundo empírico son instrumentos para el análisis, no un reemplazo de la realidad social; no obstante, sin ellos todo intento de abordar sistemática y metódicamente la objetivación y la fluidez de la vida social está condenado al fracaso. Para evitar equívocos hay que tener presente que muchos de los términos académicos, definidos con distintos matices por las diferentes escuelas teóricas —como por ejemplo Estado-nación, mercado, comunidad política, monopolio legítimo de la violencia, ámbitos público y privado, ciudadanía, justicia, libertad, democracia, empleo, trabajo, racionalidad, ciencia, autonomía personal, subjetividad, etcétera—, son a la vez nociones de uso cotidiano cargadas con diferente significación según sean las condiciones socioeconómicas, de género, edad y etnia de quienes las emplean; y también categorías jurídico-políticas amparadas por la concentración de 14

poder simbólico y fáctico de los Estados y del marco institucional multilateral. Los contenidos de estos términos, además de no ser unívocos, no permanecen inmutables: cambian a lo largo del tiempo12 debido a las prácticas sociales cotidianas, a los debates entre escuelas sociológicas, a la acción de los organismos institucionalmente encargados de las funciones públicas, a pugnas entre las asociaciones de actores y los organismos reguladores, o a pugnas entre asociaciones de actores enfrentadas entre sí. En todos los campos sociales, pero especialmente en el político y en el cultural, se produce una continua lucha simbólica en busca de imponer los significados considerados legítimos por cada facción. Bourdieu (1990), entre otros, llama la atención sobre el principio de incertidumbre que caracteriza a las visiones sobre el mundo social, pues se presentan tantos modos de decirlo y significarlo como posiciones sociales existen. Las categorías jurídico-políticas respaldadas por los Estados y los organismos multilaterales producen un efecto de realidad e imposición sobre las personas y las sociedades, independientemente de que sus condiciones de existencia correspondan o no a dichas categorías. Por ejemplo, las nociones jurídico-políticas de Estado-nación y mercado que implican la vigencia de arreglos institucionales específicos se suelen aplicar a sociedades de muy distinto tipo y para regular las relaciones entre países disímiles entre sí. Sobre la complejidad de los conceptos: el caso del Estado-nación Uno de los conceptos más complejos en sociología es el de Estado-nación. El concepto proviene de la experiencia de los países donde la modernidad fue un proceso endógeno y el Estado moderno se fue constituyendo a lo largo de un periodo de por lo menos cuatroscientos años antes de que se produjera la Revolución Francesa1, a través del cual se fue separando el poder público del poder privado en las sociedades europeas2. Un primer problema al que nos enfrentamos al usar este concepto es su realidad no problematizada3. La ONU reconoce internacionalmente la soberanía de alrededor de 193 Estados, muchos de los cuales proclaman tener todas las características de los Estados-nación. A un nivel legal, puede ocurrir que estos Estados —es el caso del Perú— posean una legislación muy progresista en ciertos temas —por ejemplo, sobre el presupuesto participativo o elecciones democráticas—, pero ello no necesariamente tiene un correlato en la vida social. En su clásico libro Clases, Estado y nación, Julio Cotler mostró hasta qué punto el Estado peruano no fue capaz de articular a la nación ni de desarrollar instituciones políticas modernas. 15

La definición jurídica y la de los científicos sociales, en tal sentido, no siempre van de la mano, pero tampoco puede ir cada una por su cauce. Las leyes no son toda la realidad pero son una parte fundamental de la misma y deben ser tomadas en cuenta en cualquier análisis concreto. Al respecto, la tipología de Estados-nación elaborada por Quijano (2001) es sumamente útil e ilustrativa para tener una visión más acorde con las distintas realidades que se engloban bajo este concepto. A estas dos conceptualizaciones se agregan las de los sentidos comunes de los diferentes grupos sociales, que no necesariamente coinciden con lo que la ley o los enfoques de ciencias sociales delimitan. Un ejemplo de esto último son las diferentes percepciones de la democracia en los sectores peruanos C y D, estudiadas por Murakami (2004), o las complejas relaciones entre identidades étnicas, identidad nacional y Estado, tal como se vio en el caso de Bagua en el año 20094. 1 Ver Anderson (1980); Elias (1994) y Tilly (1991). 2 Ver la parte II. 3 Ver Bendix (1974, caps. 1-4). 4 Espinosa (2009, pp. 123-146). Asumir como realidad fáctica y universal las definiciones académicas y/o jurídico-políticas de Estado-nación o de mercado13 —que corresponden relativamente a las características de algunas sociedades— para imponer políticas en lugar de tomar dichos términos como parámetros para establecer tipologías empíricamente fundadas y/o para medir la utilidad y legitimidad de las prácticas institucionalizadas en las sociedades individuales y en los sistemas intersocietarios, además de generar errores de interpretación científica, conduce al fundamentalismo ideológico. A menudo este último va acompañado por el uso de la violencia física o simbólica, el engaño y/o la corrupción, como lo ejemplifican dramáticamente las crisis financiera y económica de los últimos años, fruto de políticas económicas únicas impulsadas por el neoliberalismo. El carácter instrumental de los conceptos, la pugna entre distintos grupos y sectores por imponer contenidos y definiciones sobre el mundo social, y el hecho de que los sociólogos, como todos los integrantes de las sociedades que estudian, ocupan determinadas posiciones en el universo social y tienen valoraciones sobre este, la ciencia, la libertad, el bienestar de los individuos, las relaciones de poder, la equidad y la justicia, señalan con claridad que la práctica sociológica no puede sustraerse a las prácticas políticas y éticas de su tiempo. Es en función a lo anterior que la sociología está obligada a establecer procedimientos que a la vez que aseguren y garanticen un control sistemático sobre el proceso de generación de conocimientos, también 16

consideren y analicen las distintas visiones éticas y políticas presentes en las prácticas sociales. Esta exigencia —que acompañará al científico social a lo largo de su vida profesional— reclama aprendizaje y atención permanentes en procura de manejar adecuada y responsablemente la tensa relación entre compromiso y distanciamiento que implica acercarse como sociólogo al mundo social14. Conviene recordar que desde el inicio de la disciplina los sociólogos clásicos, independientemente de sus orientaciones ideológicas, se propusieron, con base en la producción de conocimiento sistemático, contribuir a encontrar alternativas para mejorar las condiciones de existencia de los seres humanos, enlazando así ciencia, política y ética, y sentando los fundamentos valorativos de la disciplina en función de la vida, la libertad, la justicia y la realización de las personas. La manera en que se privilegian las características del conocimiento sociológico y se plantean sus relaciones con las prácticas sociales de los actores, como se discutirá a continuación, inciden en la conformación de las diferentes corrientes teórico-metodológicas y en el tipo de problemas y dilemas que deberá enfrentar el sociólogo a lo largo de su vida profesional y académica. 1.4 TEORÍA SOCIOLÓGICA GENERAL, TEORÍAS REGIONALES Y PRÁCTICAS SOCIOLÓGICAS La sociología no tiene un único cuerpo unificado de teoría, pues al igual que todas las demás ciencias está constituida por varias escuelas. Esta diversidad no ha sido óbice para avanzar en la producción científica; muy por el contrario, la existencia de enfoques rivales ha estimulado la precisión conceptual y el desarrollo de acercamientos más finos al universo empírico; y, adicionalmente, lo que reviste especial interés para nuestros propósitos, ha permitido construir a partir de las diferencias un campo común de temas y problemas, reconocidos como tales por las diferentes escuelas, que es el fundamento de la teoría sociológica general. En coincidencia con diversos autores15 llamamos teoría sociológica general al conjunto de problemas, ejes temáticos y constelaciones de conceptos referidos a la naturaleza social de los seres humanos y a la manera en que están organizadas, funcionan, se reproducen y transforman las sociedades, que las distintas escuelas aceptan como parte fundamental de la disciplina, más allá de sus discrepancias con respecto a la definición, significado o peso específico que cada una les otorga. 17

Forman parte de la teoría sociológica general, por ejemplo, los temas de constitución de la persona social, identidad del yo e identidad social, socialización, agencia, conflicto, cambio social, cultura, estructura social, desigualdad, poder, clases y estratificación social. Los debates sobre la importancia de cada tema, la precisión de los conceptos que los delimitan y significan, la validez de los supuestos, la pertinencia empírica e histórica de los conceptos, entre otros aspectos, son posibles merced a la existencia de este campo común en el que se reconocen como sociológicas las distintas escuelas que componen nuestra disciplina. Fundamentadas en el carácter científico de la sociología se generan distintas maneras de ejercerla, organizadas alrededor de dos prácticas centrales, la académica y la profesional, que cobijan a su vez múltiples subcampos. A lo largo de sus trayectorias vitales los sociólogos pueden dedicarse exclusivamente a una u otra práctica o combinar ambas, bien sea simultánea o alternadamente. Como profesión, la sociología aplica principios, conceptos y métodos generales y específicos para intervenir en ámbitos determinados de la realidad social; como actividad académica, se orienta fundamentalmente a la investigación y a la construcción teórica de campos temáticos definidos. En ambos casos los ámbitos delimitados se abordan por medio de alguna de las múltiples especialidades sociológicas (de las organizaciones, de la cultura, política, rural, urbana, del conocimiento, de la ciencia y la tecnología, de la familia, de la salud, del medio ambiente, de la subjetividad, de los medios de comunicación, entre otras), cada una de las cuales, con base en la teoría sociológica general, desarrolla teorías regionales y métodos y técnicas de investigación, diagnóstico e intervención propios. Analizar cómo funciona la sociedad e intervenir en ella implica comprender y explicar por qué los actores piensan, sienten y actúan de determinadas maneras, y por qué sus actividades ocurren dentro de regularidades específicas que aparentemente se repiten de manera inalterable. Voluntad, sensibilidad, entendimiento y prácticas de los sujetos y diversidad, grado de especialización y diferenciación de las organizaciones e instituciones, así como espacialidad, demografía, trayectoria histórica y actualidad, con sus respectivas interrelaciones, constituyen algunos de los aspectos centrales a los que presta atención la sociología académica y la profesional, desde una perspectiva que combina análisis, crítica y propuesta16. 18

Por lo dicho, ni como práctica académica ni como ejercicio profesional se puede considerar a la sociología como una técnica social orientada a intervenir instrumentalmente en el curso de los acontecimientos al margen de la voluntad de los actores sociales y de sus proyectos. 1.5 TRADICIONES DE CONOCIMIENTO SOBRE LAS QUE SE FUNDA LA SOCIOLOGÍA17: CIENCIAS NATURALES Y CIENCIAS DEL ESPÍRITU18 La sociología no inaugura el conocimiento y el análisis de lo social, tampoco la definición de ciencia ni los procedimientos y criterios de validez científicos19. Desde su fundación hasta la actualidad ha estado marcada por la competencia, diálogo y/o antagonismo sostenido con dos grandes tradiciones de conocimiento que la anteceden: la de las ciencias naturales y la de las ciencias del espíritu, cada una de las cuales define — dentro del marco científico general— sus criterios particulares de validez y los procedimientos adecuados para construir conocimiento científico sobre la naturaleza y la sociedad. Las ciencias naturales iniciaron en los siglos dieciséis y diecisiete el largo proceso histórico que condujo a la creación del paradigma científico moderno, basado en la fusión de racionalismo y experimentación. El entendimiento y la explicación de los principios motores (agencia), rectores (leyes) y relacionales (causalidad) que regían los fenómenos naturales pasaron de una visión divinizada a una mecánica: una gran máquina cuyos engranajes funcionan a la perfección y en equilibrio a lo largo del tiempo (de donde deriva en parte la idea de universalidad y atemporalidad de sus leyes). La emergencia de las ciencias naturales y su creciente importancia y legitimidad afectaron a las anteriores formas reconocidas de conocimiento20: a) el filosófico generado en la antigüedad griega, basado en la interpretación que la Iglesia católica hizo del pensamiento de - Aristóteles, iniciada por San Alberto Magno y continuada y formalizada por Santo Tomás de Aquino21; b) la alquimia, mezcla de filosofía, prácticas experimentales rudimentarias e interés de intervenir en los asuntos terrenales —conforme aumentó la legitimidad social de la ciencia, la Iglesia tomó distancia de ella y persiguió a sus practicantes, aun cuando la había tolerado buen tiempo—; c) el sentido común, cuyos pilares, además de la alquimia, eran los usos y costumbres locales y las enseñanzas eclesiales transmitidas respectivamente por la familia y por el bajo clero22. 19

Frente al emergente paradigma de las ciencias naturales, las ciencias del espíritu, históricamente muy anteriores a estas, se ven obligadas a defender sus posiciones, a clarificar sus perspectivas y a fundamentar el empleo de métodos diferentes para comprender las especificidades propias del mundo de la cultura y de la interacción social. A continuación se señalan de manera sintética las principales características que estas dos tradiciones presentaban en el periodo de surgimiento de la sociología y que, desde entonces a la actualidad, han sufrido modificaciones en los distintos campos del saber. Ciencias naturales: se definían como ciencias exactas, empíricas, fundadas en leyes universales que podían ser aplicadas a cualquier tiempo y espacio. Propiciaban el uso de un lenguaje formalizado a través de su matematización y buscaban predecir con exactitud los hechos. Su objetivo central era explicar los fenómenos estudiados. Esta tradición separa al sujeto investigador del objeto de estudio y postula el objetivismo: se asume un punto fijo o una estructura objetiva23 a partir del cual sería posible explicar los fenómenos específicos. Ciencias de la cultura o del espíritu: para esta tradición la diferenciación establecida por las ciencias naturales entre el investigador y su objeto de estudio no es aplicable al estudio de los fenómenos culturales, puesto que tanto el sujeto investigado como el que investiga poseen voluntad, experiencia, motivos propios y producen e interpretan significados constantemente. Debido a las propiedades de los sujetos, expresadas en la conducta y la cultura humanas, tampoco les son aplicables los métodos de las ciencias naturales ni su énfasis en la explicación basada en leyes universales y en causalidades lineales. El estudio de la actividad humana requiere aplicar métodos de interpretación dirigidos a alcanzar su comprensión, tomando en cuenta la subjetividad del ser humano — producción de sentidos, intencionalidad, experiencia y ejercicio de voluntad— dentro de patrones culturales. En las ciencias de la cultura la producción de conocimientos no tiene como objetivo predecir matemáticamente la aparición de fenómenos sociales, sino establecer el margen de probabilidad de su ocurrencia dadas determinadas circunstancias. 20

Tradiciones científicas, cosmovisiones del mundo y modelos clasificatorios dicotómicos Las cuestiones en debate entre las dos grandes tradiciones de conocimiento a las que se aúna la sociología en el siglo diecinueve no se agotan en la discusión sobre lo que es el conocimiento científico y el modo legítimo de obtenerlo, sino que también abarcan cuestiones medulares acerca de la naturaleza humana y no humana, la sociedad, el cosmos, el mundo sobrenatural, el sentido y dirección de la historia, y la fuente de la agencia en los ámbitos natural y social. Tanto las respuestas y los enfoques académicos que la filosofía, la religión y la ciencia dan sobre estos grandes temas, como sus versiones e interpretaciones menos especializadas y de sentido común, constituyen el núcleo de las cosmovisiones que los individuos, grupos y sociedades, a través de sus diversas actividades, construyen y modifican a lo largo de la historia. La elaboración de las cosmovisiones del mundo —que implica también confrontaciones físicas y/o intelectuales entre grupos y clases sociales para imponer una visión determinada— se realiza mediante el empleo de sistemas simbólicos. En su versión occidental estos sistemas se caracterizan por emplear modelos clasificatorios dicotómicos —en la mayoría de los cuales se concibe como opuestos a los conceptos integrantes del par— para expresar, organizar y jerarquizar las diferencias sociales y conceptuales24, tal como lo muestran los siguientes ejemplos: Mente/cuerpo. Razón/afectos. Pensamiento/lenguaje. Universal/específico. Abstracto/concreto. Determinación/contingencia. Forma/contenido. Objetivo/subjetivo. Material/ideal. Orden/caos. El estudio de las cosmovisiones y de los modelos dicotómicos de pensamiento constituye un campo de estudio fundamental para la sociología por las siguientes razones, entre otras: 21

1. son parte central, en cuanto portadores de sentido y orientadores de la conducta, de la existencia y las prácticas sociales individuales y colectivas; 2. son eje de las divergencias y convergencias con las otras disciplinas científicas, especialmente con sus similares de las ciencias sociales, estudios culturales, filosofía, lingüística, historia y psicología; 3. conforman el conjunto de presupuestos de sentido que envuelven la práctica científica en tanto actividad humana enmarcada social e históricamente; 4. impregnan la configuración inicial de la perspectiva sociológica y son base de las confrontaciones surgidas entre las escuelas al privilegiar uno de los dos polos contenidos en los pares de conceptos dicotómicos; 5. forman parte del lenguaje sociológico mediante el uso de lo que Bendix (1975) denomina conceptos pareados (socialización/individuación; relaciones primarias y secundarias, urbano/rural, ciudad/campo, modernidad/tradición, sociedad/Estado, por ejemplo) o lo que Nisbet (1969) llama ideas-elemento de la sociología. 1.6 INFLUENCIA DE LAS TRADICIONES DE LAS CIENCIAS NATURALES Y DEL ESPÍRITU SOBRE LA SOCIOLOGÍA: LAS CORRIENTES SOCIOLÓGICAS ESTRUCTURALISTAS Y DE LA ACCIÓN25 Las dos grandes tradiciones de conocimiento influyeron en la constitución de las dos principales corrientes sociológicas, al interior de las cuales se desarrollarán las distintas escuelas: los sociólogos que se inclinan por el modelo de ciencia propuesto por las ciencias naturales asumen generalmente enfoques estructurales, en tanto los que privilegian el enfoque de las ciencias del espíritu o culturales emplean enfoques de la acción. Ambas corrientes, además de presentar diferencias sobre cuestiones de método, expresan también opciones distintas frente a otra importante dicotomía: determinismo/voluntarismo, de larga vigencia en la religión y la filosofía. En las explicaciones sobre la libertad y la conducta humanas las escuelas sociológicas estructuralistas y las de la acción generalmente están marcadas por un sesgo determinista o por uno voluntarista respectivamente. 22

a. Corriente estructural26 Emile Durkheim, en su afán de legitimar a la sociología como ciencia, tomó como modelo los procedimientos de las ciencias naturales. Desde esta perspectiva, postuló que la sociología tenía como objeto de estudio a los hechos sociales, modos de hacer, pensar y sentir definidos por su carácter externo, coercitivo y general: «Es hecho social todo modo de hacer, fijo o no, que puede ejercer una coerción exterior sobre el individuo; o también, que es general en todo el ámbito de una sociedad dada y que, al mismo tiempo, tiene una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales»27. Para él la complejidad y diversidad de actividades y formas de conducta humanas son explicables desde la realidad social externa y coercitiva de los hechos sociales, la cual escapa a las intencionalidades y motivos de los individuos. La mayoría de quienes se inscriben en esta corriente prefieren utilizar metodologías cuantitativas, encuestas por muestreo y series estadísticas (estadísticas históricas sobre la fuerza laboral según sectores económicos, índices de costo de vida, evolución de los sueldos y salarios) para recoger y procesar información, pues sostienen que la medición numérica de los fenómenos sociales es indispensable para explicarlos objetivamente. b. Corriente de la acción28 Weber, iniciador de la corriente de la acción e impulsor del método interpretativo en sociología, estuvo altamente influenciado por la tradición de las ciencias del espíritu o de la cultura; con el correr del tiempo este enfoque se enriquecerá con diversos aportes de la hermenéutica29 y la filosofía del lenguaje común, entre otras influencias. Recogiendo posturas filosóficas provenientes del historicismo alemán —en particular de autores como Dilthey—, Weber sostenía que el científico social debía dar cuenta del carácter único de la acción social y la cultura y entender la acción social desde el sentido y las orientaciones de los actores sociales y no desde la influencia mecánica de la estructura sobre la conducta de las personas. En esta corriente sociológica, que privilegia el método comprensivo, se tiende a preferir el uso de las entrevistas, etnografías y otros métodos cualitativos sobre las encuestas o las series estadísticas por su utilidad para llevar adelante el proceso de interpretación y para captar entramados de significados a los que difícilmente se tendría acceso por medio de estrategias cuantitativas. 23

En el siguiente cuadro se comparan las principales diferencias entre las dos corrientes sociológicas presentadas: Corriente estructuralista Corriente de la acción Postulación de las ciencias naturales como modelo para las ciencias sociales, sin descuidar sus especificidades Diferenciación de método y objeto entre las ciencias naturales y las ciencias del espíritu Preeminencia de los aspectos estructurales sobre los individuales y sobre la acción La acción social como elemento básico dentro del marco organizador de la sociedad Conceptualización de lo social como elemento externo y coercitivo sobre la acción y el pensamiento de los sujetos. Conceptualización de lo social como expresión institucionalizada de la interacción social y la producción de significados y cultura La explicación como eje y característica del conocimiento científico basada en: la precisión de regularidades observables en la vida social como fuente de identificación de leyes; el establecimiento de causalidades; y, en parte, la matematización del lenguaje científico La comprensión o interpretación como eje y característica del conocimiento científico de la sociedad basada en: la capacidad de los sujetos para asignar sentidos y motivaciones a sus acciones; la captación de sentido de la conducta observable de los sujetos; el rechazo a la formulación de leyes y a la causalidad unidireccional La pretensión de predicción exacta como característica de la ciencia Negación de la posibilidad de establecer predicciones exactas. Establecimiento del margen de probabilidad de que, dadas determinadas circunstancias, se presente un curso de acción Fuente: elaboración propia. Agencia y estructura: el caso de los conflictos sociales en el Perú Es importante tener en consideración que el uso de los métodos depende del tipo y ángulos del problema que se aborde y que, en lugar de ser incompatibles, la mayoría de veces resultan ser complementarios, sobre todo cuando se busca un entendimiento global del mismo. Por ejemplo, una de las problemáticas más estudiadas en los últimos años en el Perú es la de los conflictos sociales, definidos por la Defensoría del Pueblo «como una confrontación pública entre actores que buscan influir en la organización de la vida social»1. Solo en diciembre de 2008 la Defensoría del Pueblo reportó 134 conflictos sociales activos2 —el más importante de ellos fue el «Baguazo»—, lo cual da cuenta de la importancia del tema en el país. 24

Aunque hay acuerdo sobre su importancia, no existe una sola manera de analizar los conflictos sociales. De este modo, algunos investigadores privilegian el estudio de todos los casos partiendo de un análisis de la totalidad de conflictos y buscando encontrar sus principales determinantes. Desde una perspectiva estructuralista, se buscaría ver de qué manera algunas variables, como la pobreza, la desigualdad social o el poco acceso a ciertos servicios del Estado, generarían la frustración que origina el conflicto. Desde otra perspectiva, otros investigadores parten de la capacidad de agencia de los grupos en conflicto preguntándose sobre la forma en que logran movilizar recursos específicos en su acción colectiva; se añaden de este modo variables no estructurales en sus análisis. En este enfoque lo usual es buscar mayor detalle en cada conflicto, por lo que se privilegia el uso de análisis de casos y se incide en el proceso de construcción de discursos por parte de cada grupo, en lugar de partir de determinantes generales. Aunque estas perspectivas pueden resultar divergentes con respecto al tipo de preguntas que se hacen, autores como Martín Tanaka3 o Víctor Caballero (2009) han intentado hacer converger agencia y estructura, sabiendo que ambos ejes son imprescindibles para la reflexión social. 1 Caballero (2009). 2 Ibíd. 3 Ver Grompone & Tanaka (2009). 1.7 CORRIENTES SOCIOLÓGICAS Y DICOTOMÍAS ANALÍTICAS CENTRALES La sociología no recibe pasivamente la influencia de las ciencias naturales, las del espíritu y las dicotomías conceptuales señaladas líneas arriba, sino que, a la par que reformula los problemas heredados, plantea nuevas cuestiones y desarrolla teorías y métodos propios para aplicarlos al análisis empírico del mundo social. Acerquémonos ahora a las dicotomías centrales asumidas y reelaboradas por la sociología, para lo cual es muy conveniente distinguir entre dos tipos de dicotomías: a) las que se ubican a un nivel muy elevado de abstracción y generalización, y operan como elementos diferenciadores y de oposición entre las corrientes; b) las que, como las dicotomías ejemplificadas por Bendix30, constituyen parte del bagaje conceptual y del modo habitual en que proceden los sociólogos —independientemente de la escuela a la que pertenezcan— al analizar los fenómenos sociales y cuyo uso, iniciado en la época clásica, sigue vigente, como lo señalan Nisbet (1969) y Parsons (1966, 25

1968b) y lo muestran los diversos enfoques de desarrollo que tienen en su base la distinción moderno-tradicional31. En este acápite nos concentraremos en el primer tipo de dicotomías. a. Dicotomía individuo/sociedad La dicotomía individuo/sociedad recorre toda la historia de la sociología y constituye una de las líneas divisorias entre las escuelas rivales. Como varias de las controversias centrales en nuestra disciplina, esta también forma parte de las discusiones filosóficas, religiosas, políticas y de sentido común. En términos simples, esta dicotomía señala que el individuo y la sociedad son realidades distintas y/o contrapuestas signadas por una separación más o menos radical según las escuelas. Se puede distinguir dos grandes posiciones al respecto: una que postula la separación ontológica entre individuo y sociedad; otra que plantea dicha separación con fines metodológicos. Aunque cada una de estas posiciones se puede identificar con cualquiera de los componentes de la dicotomía, lo usual es que los defensores de la primera privilegien a la sociedad sobre el individuo, y los de la segunda a este sobre la sociedad. Durkheim32 con su definición de hechos sociales y Weber con su enfoque sobre la acción, representan a una y otra, respectivamente. Más adelante se analizarán las consecuencias prácticas y teóricas de optar por una u otra posición y se señalarán algunos enfoques dirigidos a superar la separación. b. Dicotomía equilibrio/conflicto La elección de uno de los componentes de la dicotomía, además de expresar diferencias teóricas, también suele indicar la ubicación asignada o la autoubicación de las escuelas dentro del espectro político: conservadoras, liberales, socialistas, y sus diversas variantes. El enfoque del equilibrio33 encuentra su fuente de inspiración inicial en las teorías biológicas sobre el funcionamiento del cuerpo humano, de ahí que usualmente se le catalogue como organicista. Asume como punto de partida que las sociedades tienden de manera natural a reproducirse de modo estable y se plantea como tarea central explicar las bases del orden social. La sociedad es vista como un todo integrado, a la vez que diferenciado, al interior del cual cada una de sus partes constitutivas cumple una función determinada y especializada, de tal forma que en conjunto contribuyen a la reproducción ordenada del sistema social. 26

El conflicto es entendido como una alteración de la marcha normal de la vida social y como un asunto que debe y puede evitarse. El enfoque no resulta muy útil para entender y explicar el cambio social pues, por un lado, sus categorías principales han sido construidas para dar cuenta de las continuidades más no de las rupturas de los procesos; y, por otro, sus supuestos teóricos conducen a que el analista tienda o bien a ignorar o bien a considerar el cambio como un proceso negativo para la sociedad. Representantes sobresalientes de este enfoque son Durkheim, en tanto creador del mismo, y Talcott Parsons (1988), quien a partir de los aportes del primero y de otros autores formuló, a un alto nivel de abstracción y formalización, una teoría general de la sociedad. Para Parsons las sociedades, además de constituir sistemas sociales autoregulados, orientados a mantener el orden y el equilibrio mediante los procesos de integración, diferenciación y especialización societal realizados funcionalmente por sus componentes especializados, poseen una cultura integradora que posibilita que todos sus miembros compartan valores y normas en común34. El enfoque del conflicto, en cambio, plantea que la marcha habitual de las sociedades se caracteriza por la existencia de conflictos, tanto entre los distintos grupos como entre los diversos ámbitos institucionales que las constituyen. El tema central, a diferencia del anterior, no es el del equilibrio y mantenimiento del orden, sino el análisis de los mecanismos de reproducción y transformación de los sistemas sociales en relación con las pugnas entre los distintos grupos sociales por los recursos tangibles y no tangibles35. Las sociedades funcionan, se reproducen y transforman a través de la competencia y el enfrentamiento entre grupos que ocupan distintas posiciones y poseen diferentes cuotas de poder, prestigio y recursos económicos. Los conflictos que ocurren en la sociedad impulsan o frenan los cambios necesarios para mejorar las condiciones de vida, libertad y poder de las personas, perfeccionar las organizaciones e instituciones y propiciar la ampliación del conocimiento y la tecnología. Marx, a quien se considera el creador de este enfoque, plantea que las sociedades, lejos de constituir sistemas integrados y en equilibrio, se componen de grupos sociales desiguales —a los que denomina clases sociales— que se hallan en tensión y antagonismo constante fundamentalmente por la propiedad, el uso y la distribución de los recursos económicos; sostiene que, además de las contradicciones entre clases 27

sociales, se presentan contradicciones entre las formas de propiedad y de explotación económica y los avances científicos y tecnológicos. Dentro de este enfoque también se sitúa a Weber, por su énfasis en la competencia política y en los conflictos derivados de los procesos de dominación y legitimación del poder. Weber plantea la competencia por el poder desde una visión de sociedad que pone énfasis en las actividades de los individuos y no en el sistema social, lo cual lo diferencia tanto de Marx como de la visión organicista. Conflicto y consenso en América Latina Aunque esta dicotomía no llegó a institucionalizarse en América Latina, en gran medida por la rápida influencia de la perspectiva marxista en las ciencias sociales del continente, el enfoque del consenso fue un lugar común hacia los años cincuenta, quedando plasmado en algunos libros que buscaban analizar los procesos de modernización por los que atravesaban los países del Cono Sur1. Influenciados por el estructural funcionalismo de Parsons, algunos académicos vieron en América Latina trayectorias unidireccionales, coherentes y no conflictivas hacia la modernidad. Sin embargo, quince años después estas miradas revelaban sus límites al subrayarse el conflicto social como paradigma dominante. Así, diversos autores en América Latina, entre los que se encuentran Cardoso, Faletto y Nun2, por nombrar algunos, dieron origen a la corriente teórica de la dependencia. En el Perú, Aníbal Quijano (1977), discutiendo las tesis dualistas y de la integración, desarrolló el enfoque de la marginalidad en el que mostraba el carácter específico del capitalismo y el conflicto entre diferentes grupos sociales como rasgos constitutivos de las sociedades latinoamericanas. 1 Ver Germani (1971); Rostow (1974). 2 Ver Kay (1989). c. Dicotomía materialismo/idealismo36 En sociología esta dicotomía está asociada con la discusión acerca de cuál o cuáles son los fundamentos o las causas que explican la conducta humana y/o el funcionamiento de la sociedad según el enfoque principal de cada escuela. A las teorías que postulan una única causa o fundamento como el principio explicativo de lo social, individual y colectivo se las denomina monocausales, y multicausales a las que plantean la concurrencia de varios factores. Desde su fundación en la sociología han competido dos posiciones monocausales para dar una respuesta a esta cuestión. En el caso del enfoque materialista, Marx —principal representante de esta corriente— 28

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