Rutsi, El Pequeño Alucinado

Q •/ ~ Q •/ ~ I I 1 -¿ u1en. ¿ u1en. -repet1a monotonamen te e pa- . . Jartto .... Ru tsí impaciente le volvió la espalda . Olvidaba que la avecilla no tiene otro can to, y por eso se le llama- ba el quién-quién. • ¡Qué difícil era para 1{uestro hombrecillo abrirse paso entre la maleza que le cerraba el . camino! Había perdido su agilidad de geniecillo que le pennitía jugue- tear sobre las ondas del río o entre las gotas de lluvia y cabalgar sóbre el lomo de las mariposas o en los rayos del sol. Pero estaba tan contento y tenía tantos bríos, que no sentía la menor fatiga. Anduvo así n1uchos días, preguntando a cuanta avecilla encontraba a su paso, pero las pequeñas aves se habían vuelto tan desatentas con él que ni siquiera se tomaban el trabajo de contestarle. Vió tan1bién monos de infinitas clases. Los ma- quisapas eran los n1ás simpáticos, con su pelaje negro brillan te y su larga cola. Saltaban ágiles entre las ra - mas, riéndose de él y arr0jándole cocos. Se pregunta- ban, seguramente, de dónde había salido ese pequeño ser tan ridículo. Una n1ona vieja insistió en que lo acampa- ra hasta las ramas más altas de una inmensa lupuna. Rutsí trataba de complacerla, pero de1noró un buen ra- to hasta llegar a la copa. Los traviesos monitos se ba- lanceaban colgados de las lianas, míen tras reían di- vertidos. Después le obsequiaron ·frutas y semillas, que él saboreó con placer. Cuando estuvo satisfecho se des- pidió de los maquisapas y con tinu6 su camino. 18

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