Rutsi, El Pequeño Alucinado

baban curiosamen te en los alrededores, oyeron roncas palabras mágicas y estridentes chillidos. De pronto rasgó el aire cálido de la noche el vuelo todavía inexperto de un chirreclés. Eso era Rutsí desde ese momento: un hermoso chirreclés. Durn1ió temeroso acurrucado en una rama, porque ahora debía guardarse de un sin fin de enemigos que antes no conociera. La vida es así en la selva. Unos se- • res viven a expensas de los otros, y hasta los vegetales se absorben entre ellos, en esa gigantesca lucha por la existencia. Las fuerzas encon tracias de la naturaleza crean y destruyen al mismo tiempo, en un vértigo pri- mitivo y salvaje. Cuando einpezaba a albo rear, Ru tsí despertó so- bresaltado. No estaba muy contento de su transforma- ción, pero se conso'Ió pensando, que ahora Shambi lo podría ver y escuchar. Para ella sería su can to más be- llo y el magnífico brillo de su plumaje. Y ya más ale- gre emprendió el vuelo hacia la choza del cacique, es- perando encontrar a la pequeña Shambi. Pronto la vió dirigirse al río, en busca de agua. Rutsí trató de lla.marle la atención volando de rama en rama, cerca de la orilla, pero Shambi estaba esa mañana muy pensativa y no reparó en él. Mientras tan to Uriangari, el hijo mayor del ca- cique, se entretenía en ensayar su puntería disparando su pucuna, rama hueca a través de la cual se soplan pequeñas saetas y en cuyo manejo son muy diestros los indios. Vió al pajarito y pensó que sería un buen 15

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