Negociaciones comerciales internacionales

definidos, lo que no solo dificulta la negociación sino que obstaculiza la obtención de resultados provechosos para nuestros países y para el sector productivo nacional. Algunos autores señalan, con respecto a la experiencia peruana —que se puede extender a la realidad latinoamericana— que «existe una significativa falta de coordinación entre las distintas entidades que intervienen —o deben intervenir— en caso de negociaciones internacionales, resultado de un entorno organizativo no definido y caracterizado por la profusión de instituciones» (Álvarez Rodrich, 1990, p. 23). Si bien ello es cierto, en realidad lo que sucede es que se carece de objetivos nacionales claros y específicos, lo que se ha visto agravado con la implantación de un modelo neoliberal que reniega de cualquier atisbo de planificación, incluso la concertada, que delinee los objetivos nacionales de desarrollo económico. El Estado no planifica y los cuadros organizativos de los institutos de planificación creados al impulso del programa promovido por la Alianza para el Progreso han sido desactivados, y solo algunos países los mantienen dentro de otras instituciones y ministerios. Estos pocos son aquellos que han logrado ubicarse con efectividad en los mercados internacionales, como Brasil, Costa Rica, Colombia o Chile. El problema mayor no es la falta de coordinación o la duplicidad de funciones en las entidades del Estado vinculadas a la política de comercio exterior, sino la carencia de un plan estratégico nacional de exportaciones que contenga objetivos nacionales precisos con los que estén comprometidos los funcionarios del Estado. Un ejemplo es la forma como en el último trimestre de 2003 los ministerios de Comercio Exterior y de Relaciones Exteriores del Perú actuaron respecto del llamado Grupo de los 21, creado por varios países en desarrollo, dentro de los cuales estaban Brasil, Argentina y Chile. En esa oportunidad hubo una serie de zancadillas entre los dos ministerios, dado que el primero privilegiaba una relación comercial directa con los Estados Unidos de América —a quien le desagradaba dicho bloque, porque se estaban cuestionando los subsidios que dicho país y las naciones industrializadas otorgan a la agricultura— y la Cancillería peruana era más cuidadosa de las responsabilidades de largo plazo y prefería mantener los compromisos contraídos con América Latina, particularmente con Brasil. 59

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