era muy pequeña: un discurso o una intervención, pero no se sabía realmente el fondo del tema, es decir, la sustancia, o lo que realmente pasaba. Una particularidad de este estilo es que no había negociación en el GATT en la que no participara la delegación de Estados Unidos de América, la entonces Comunidad Económica Europea, Japón o Canadá. Aunque desde esa época se podía apreciar que otros países empezaban a tener una presencia activa en las reuniones —como los países nórdicos, los del sudeste asiático, etcétera— esto mostraba un núcleo de naciones que mostraban interés en las distintas negociaciones en el marco del GATT. Es interesante, por otro lado, ver cómo se han insertado los países latinoamericanos. Lamentablemente, no han actuado como un conjunto; incluso los que pertenecen a grupos subregionales, como la Comunidad Andina de Naciones o el MERCOSUR, no trabajan en bloque sino de manera dispersa, aun cuando diversos asuntos los afectan de manera conjunta. Su poca cohesión, el interés siempre presente de los Estados Unidos de América por desalentar la integración latinoamericana y la carencia de una clara política de comercio exterior latinoamericana, han sido la causa de esta presencia fraccionada. Esta negociación informal de la que estamos hablando se hacía de la manera más diversa, se negociaba en un cóctel, en una comida, en las casas, y, generalmente, todo ello se hacía en mangas de camisa. En el GATT no existían las formas, salvo, por supuesto, en ocasiones muy especiales, que en realidad eran muy pocas. La mayoría de las veces se acudía al trabajo vestido de manera informal y nadie se trataba como «delegado del Paraguay, Perú o Uruguay», sino por su primer nombre. Cuando se llamaba a alguien por su cargo era porque se trataba un ilustre desconocido para el sistema del GATT, y si se lo llamaba por su apellido era porque ya estaba entrando en el ambiente, pero solo se podía sentir como parte de este grupo cuando lo llamaban por su primer nombre. Después de un tiempo, en el que todos los miembros ya se conocían y se empezaban a marcar claramente ciertas posiciones, se pedía a la Secretaría que comenzara a elaborar algún tipo de texto que sirviera como base para comenzar el proceso. A veces era conveniente que la Secretaría no se encargará de ello y que más bien el presidente asumiera esa tarea, pero en realidad se trataba simplemente de alternativas de acción, o tal vez se buscaba guardar la opinión del presidente para un momento posterior, dejando que la Secretaría se encargara de elaborar el texto de posible acuerdo para después pedir al presidente que perfeccionara el documento. 150
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