comunidad internacional, que le puede permitir después conseguir que sus planteamientos o intereses sean escuchados o considerados. Cualquier país puede conseguir una aceptable capacidad negociadora a través de una serie constante de gestiones, manteniendo una actitud homogénea y consecuente en determinadas áreas. Esto no significa establecer posiciones intransigentes sino una línea consecuente de conducta frente a temas específicos. Para ello se requerirá, previamente, tener objetivos nacionales claros y compartidos, pues así se podrá oscilar entre el mínimo y el máximo de cada objetivo. Cuando esto no ocurre, el país actúa en constante improvisación, ya que los negociadores establecerán objetivos según sus criterios o situaciones específicas, cuando no solo para salir del paso. El conflicto internacional tiene hoy otras dimensiones que enfilan hacia la competencia comercial internacional y al control de los servicios públicos, como el agua, electricidad, telefonía y salud. Esto obliga a plantearse una estrategia y objetivos dentro de posibilidades de conflicto, pero también de cooperación entre los Estados. El hecho de que un país forme parte de un proceso de integración y trabaje en grupo o alianza, como es el caso del MERCOSUR o la Comunidad Andina de Naciones (Grupo Andino), fortalece su capacidad negociadora. Es diferente cuando un país pequeño y aun de mediano porte, en lo que se refiere al aspecto geográfico, se enfrenta solo a los organismos multilaterales. Se pueden conseguir mayores ventajas y mejorar la posición a través de una acción conjunta y sólida. Una prueba de ello la tenemos con las ventajas que para sus exportaciones están consiguiendo poco a poco algunos países de la Comunidad Andina de Naciones, productores de hoja de coca, en el mercado de los Estados Unidos de América y en la Unión Europea: incluso provocó algún malestar de otros países latinoamericanos que se vieron impedidos de contar con tales facilidades para el ingreso de sus mercancías en dichos mercados. Para que la posición sea más sólida, debe plantearse la acción de conjunto como una vinculación entre socios con objetivos comunes e intereses compartidos más que como alianzas, pues estas —como la historia nos demuestra— tienden a desintegrarse. Lo que se tiene que buscar siempre es mostrar a los otros países miembros que existen áreas más amplias de interés común entre el país y cada Estado miembro que por separado. 112
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