Lo es, pues suele obviarse lo que yo he dado en llamar «la sistematización» de esta actividad, vista de modo panorámico y desde la perspectiva de un enfoque pragmático. Es conocido que la enseñanza universitaria, en general, ha sido refractaria a la asunción de necesidades y encargos de tipo pedagógico, como nos lo recuerda el inolvidable Maestro Domingo Buonocore en sus pioneros trabajos sobre el tema. Y es conocido también que en muchos casos la preferencia de los autores se inclina por los desarrollos conceptualistas, en ocasiones bastante alejados de la realidad cotidiana. Por tanto, primer mérito —y no menor—, de esta obra, y de su autor, colocar en manos del lector un conjunto de advertencias y guías, con sólida base doctrinaria, que le permitan inteligir, tanto en lo público como en lo privado, que «negociar» no es una actividad ciega sino que responde a ciertas reglas básicas, sin perjuicio de la lógica flexibilidad que le imponen actores y escenarios. Hago mía la expresión del autor cuando afirma: «[…] la negociación está implícita en la propia relación humana». Expresión, agrego, cuyos alcances reposan en un sólido cimiento de apuesta a la persuasión entre hombres libres, pues negociación es antípoda de imposición. Técnica y Arte de negociar, así considerados, no son solo herramientas operativas al servicio del titular de la negociación. Es, sin duda, mucho más que ello, y cuando el aterrizaje se produce en el terreno de las negociaciones políticas, comerciales, arbitrales, etc., efectivamente se convierte, como dice Sierralta Ríos, en parte de la teoría del comportamiento. Quien esto escribe acaso no posea el conocimiento teórico-doctrinario del autor en materia de negociación internacional en un sentido plenamente abarcativo, pero sí puede testimoniar con su experiencia la vivencia a veces sufrida, otras veces no tanto, de una dilatada gestión pública en el área de las relaciones internacionales. Y desde esta o junto a esta, su compromiso con la enseñanza activa de la cual esta temática vuélvese parte del contenido mismo. Desde esa específica visión podría afirmar que si bien tengo dudas acerca del carácter científico del «Arte» de negociar (si cabe la contraposición), estimo, no obstante, que el ordenamiento de las ideas fuerza que disciplinen cualquier negociación, reviste una indiscutible utilidad. 9
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