Literatura, imaginación y silencio

18 de codificar lo enigmático, muchos lectores y lectoras suelen decir que esas lecturas «abren la imaginación» o «permiten imaginar». ¿Qué parece decir el enunciado «abrir la imagi- nación»? Una primera entrada a la cuestión puede ser partir de su opuesto; es decir, considerar qué caracteriza a aquellos textos que, como dicen algunos lectores y lectoras, «no te dejan imaginar»: textos sin secreto, sin enigma, en los que todo o casi todo parece estar dicho. O que si tienen secreto este es resuelto por el propio texto a partir de distintas maniobras que reducen o directamente anulan la posibilidad de crear imágenes y de encender en las ca- bezas y en las retinas las usinas de los modos subjuntivo y potencial, tan aliados de las preguntas y de los imagi- narios: «¿y si fuera así?» o «¿qué pasaría si …?». Suelo denominar «verborrágicos» a esos textos que sobredicen y tapan los intersticios o lagunas por don- de es posible entrever significados, hipotetizar, fabular, preguntarnos, respondernos. El exceso en el decir y el mostrar surge de ciertas representaciones acerca de los lectores y las lectoras como carentes, imposibilitados, inexpertos y necesitados de guías claras y, por lo gene- ral, unívocas. El temor a que no se comprenda o a que

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