La novela moderna : estudio filosófico
- 30- rico y esplendoroso; y entrando de lleno en el arte mo– derno, prefiere vestir la ropa viril, aunque aspera y burda, propia del hombre que piensa, estudia, re– flexiona. y deduce. , Y de estas condiciones, aportadas por el hombre pen– sador y científico, ha nacido el arte moderno. Siga– mos su corriente y aprovechemos su enseñanza, y sin ascos de doncellas pudibundas. ni tartufismos de hi– pócritas, rechacemos con enérgica selección, las ex– ageraciones pornográficas y pesimistas del naturalis• mo y aceptemos aquello que sea adaptable al nuevo arte realista, único propio á nuestras jóvenes socie– dades de América. Si hay en el hombre cuerpo y aln1a, corazón y cere– bro. sentimientos é instintos; jamás ninguna escuela prevalecerá definitivamPnte si ella no abarca al horn– bre en toda su realidad. sin idealizarlo con10 el roman– ticismo ni desnaturalizarlo y degradarlo como el na– turalismo. Los que comprendemos la altísima misión del arte, llevado al terreno de lo real. debemos resignarnos con la desaparición del romanticisn10, en la esperanza de que su ,rejor savia ha de venir á fecundar, siguiendo la sucesión de las ideas, nuestro arte realista. En el orden físico los seres muertos pasan á nutrir otros organismos; en el orden moral. las ideas rr1uer– tas pasan á servir de base á otras escuelas y á otros principios. Los que se llaman conservado1·es no son más que in– sensatos que pretenden hacer vivir cadáveres. Toda idea, lleva invívita otra mayor que 1e ha de suceder. El tiernpo destruye los lugares, y el progrei::o a.gran" da las ideas. En con1probación de este principio, volvamos la mi– rada hacia la historia. Allí están los seis escalones de la gran tribuna donde habló Demóstenes, cubiertos de yerbas y maleza, como si esa tribuna no hubiera si– do un día, un foco de luz que se diría eterno; allí está la plaza Gerán1ica convertida en un barranco y el Odeón, de Herodes Atico, de donde se destaca la mutilada sombra del Parthenon, lleno de ruinas y escombros, y el templo de Teseo, quizá hoy sirve de abrigo á algún pastor de cabras ó presta asilo á murciélagos y buhos; pero si esos lugares se han destruído y esas ideas han
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