La novela moderna : estudio filosófico

- 29 - lo mismo que la caducidad y muerte de una literatu– ra, son tan inevitables y fata.les, como son esas mis– mas épocas en la vida del hombre. Discutir hoy sobre la necesidad de darle vida y de– volverle su prPponderancia á la escuela romántica, es lo mismo que discutir sobre la importancia de resu– citar á un muerto. El espíritu humano es esencialmente progresivo y jamás vuelve camino para r8cojer y asimilarse aque– llo que dejó atrás por vetusto. gastado é inútH. Es error de concepto creer que el ideal del arte no progresa; la idea y el ideal son términos correlativos, y 1nal puede la primera ejercitar su actividad con todos los problemas sociales políticos y filosóficos, de– jando inerte~ irnpasible y vuelta de espaldas~ el ideal que es la facultad que le sirve de expresión. A ser demostrable y palmario el descaecimiento de la facultad ó potencia estética, importaría un signo cierto de la caducidad á que ha llegado nuestra espe– cie; sería la manifestación de que comienza á inclinar– se hacia la tumba tejiendo apresuradarnente el sudario que ha de cubrirla. Y reconociendo los méritos del romanticismo pero también su caducidad, sus triunfos de ayer, pero tarn– bién su insuficiencia de hoy; debemos parodiando al gran Bossuet exclamar.-'· El romanticismo se mue- re, el romanticis1no se ha muerto! ............. .. XV. Quién escribe hoy novelas genuinamente román– ticas? Y caso de escribirlas ¿quién si ha pasado de los veinte años pierde tiempo en leerlas? ............ . El novelista no es ya aquel hilvanador de cuentos, propios para entretener doncellas, ó amenizar los ocios de aburridos y soñadores; él aspira á algo más grande y más trascendental; aspira ser, en las modernas soci edades, el colaborador más vidente en la resolución del magno problema que la escuela socrática planteó, como base de su moral, cuando le dijo al hombre:- Conocete á tí mismo". · La ?ueva g~n~ración que hoy se levanta ha arroja– do leJos de s1, Juntos con los abrillantados penachos del romanticismo, las galas de aquel arte seductor,