La música de las bibliotecas: política y poética de un espacio público, hoy

96 Para conciliar. Durante muchos siglos, leer y escribir fue una estrategia para diferenciar y unir. O unir y diferenciar. El orden de los factores depende de los contextos. Pero nunca en la historia habíamos vivido una mayor proliferación de usos, de funciones, de tecnologías, y sobre todo una mayor extensión de usuarios de la palabra escrita. La razón es sencilla. Está determinada por la demo- grafía, una ciencia a la que se le presta muy poca aten- ción y, sin embargo, es capital para comprender la his- toria y, por tanto, el presente. Durante muchos siglos, leer y escribir fue el privile- gio de unos cuantos, porque la humanidad era eso: unos cuantos en un orbe poblado por muchos otros seres. Y porque esos cuantos vivían en su mayoría en el campo (solo hace unas décadas más de la mitad de la población mundial reside en las ciudades) y había muchas maneras de poder vivir sin interactuar con otros a través de la palabra escrita. Ahora no somos unos cuantos, sino una mancha cuya presencia se puede registrar desde el espacio aéreo en todo el planeta, entre otras cosas, por ese genial invento que es la cultura escrita. Esa que nos ha hecho posible acumular y procesar datos e información con crecien- te velocidad. Esa que nos ha permitido incrementar el

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