La música de las bibliotecas: política y poética de un espacio público, hoy
95 esos papeles que acreditan legalmente la propiedad de un inmueble o un terreno. Las tablillas eran, entre muchas cosas, instrumentos contables; servían para registrar deudas, para compro- meter el pago, para mostrar la propiedad. Contaban, permitían regir y gobernar(se). Las tablas de la ley pre- tendían regir el obrar. Tablas y tablillas, en piedra o en arcilla, duraban más que las palabras pronunciadas o las escritas en la arena (que también tienen su función y su historia: escritu- ras efímeras las llaman los especialistas, garabatos que sirven, entre otras cosas, para dialogar con uno mismo, para partirse en dos y construir pensamiento). En todas las sociedades en las que ha existido, la es- critura ha sido el privilegio de unos cuantos. Una acti- vidad restringida a una porción de la población (más o menos amplia) y a ciertos usos (íntimos, privados o públicos). Durante muchos siglos, leer y escribir fue un acto de poder, para ostentarlo, incrementarlo, administrarlo. También para trastocarlo. Por eso, entre otras cosas, aprender a leer y escribir, como publicar, siempre han sido actividades reguladas. Una actividad en disputa. Para disputar.
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