La música de las bibliotecas: política y poética de un espacio público, hoy

78 gado. Solo seremos iguales cuando hablemos la misma lengua, la lengua de los libros, la lengua sancionada por la academia. No la de la calle o la vereda empolvada. Mucho menos la lengua oral que, en no pocos casos, se trataba de un idioma (no un dialecto) diferente del castellano. En esas tradiciones, aun cuando todos supuestamen- te hablasen el mismo idioma, los acervos los deciden doctos. Los libros del canon. No sé a ti, pero a mí, en este contexto, la palabra canon, que tanto me gusta cuando la asocio a la forma musical, me remite a otros cánones. Los que todos debimos haber leído (quién sabe cuándo) para poder participar en las doctas discusiones que definen lo que es bueno y lo que es malo para que los otros lean. ¿Quién sabe cuándo, quién sabe cómo? Esas son preguntas que nadie se hace y que conviene hacerse para entender y reconocer o potenciar el valor de las bibliotecas como espacios singulares.

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