La música de las bibliotecas: política y poética de un espacio público, hoy
188 dos a la preservación de la cultura y no de otros edifi- cios públicos como hospitales o escuelas, que, como es natural, también tienen filtraciones. Pero, además de los problemas de las bibliotecas con el agua por las mentadas goteras y filtraciones, estas tie- nen problemas con los sanitarios. Y es que las biblio- tecas públicas, entre muchas otras cosas, son sanitarios públicos. Esa es una de esas funciones de las que no se habla cuando se habla de su valor y se las constriñe a ser las instituciones encomendadas a la protección del conocimiento, algo tan sublime que sería triste siquiera confundir con algo tan vano o banal como los baños en los que la gente orina, caga, se limpia la cara y las manos, o, de plano, lava su ropa. Para los que en ellas hemos trabajado y los muchos que en ellas han vivido, la presencia del agua en ellas se funde en su música más o menos silenciosa, sin generar sobresaltos. Es parte de su ser. Al comienzo de este libro pregunté cuántas insti- tuciones están consagradas al derecho de todos a (re) conocer(se) y ser (re)conocidos. Ahora, al final, observo que, al menos en muchos países del orbe entero, no hay muchos otros espacios que permitan a todos entrar a sus baños a cumplir con sus mínimas necesidades corpo- rales relativas a la higiene. Una de las cuestiones que la COVID-19 puso en evidencia fue esa.
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