La música de las bibliotecas: política y poética de un espacio público, hoy
181 que los ciegos. ¿Cómo acercarlos a una biblioteca si no conocen el español, hablado o escrito? ¿Debíamos abrir una sala para ellos y, por tanto, continuar su segrega- ción, o abrir toda la biblioteca para ellos, formando un equipo de bibliotecarios para que pudieran comunicar- se en lengua de señas mexicana? La sala de sordos acercó a muchas personas que ha- bían permanecido excluidas y despertó preguntas que no tienen respuesta única. Lo mismo hicimos con talleres, conciertos, círculos de lectura, exposiciones. Con un presupuesto magro, nos di- mos a la tarea de reinventar nuestra biblioteca. Reciclamos las mismas mamparas para albergar exposiciones. Experi- mentamos y procuramos aprender de la experiencia. Con un magro presupuesto, algunos años realizamos más de dos mil actividades. Casi siempre generando siner- gias con otras instituciones, públicas o privadas. Para los investigadores enmatemáticas tener la oportunidad de salir de su cubículo y los congresos y comunicarse con personas no expertas representaba un desafío. Para los alumnos del conservatorio, tocar y ensayar frente al público, un entre- namiento... Una biblioteca pública puede ser un taller, donde maes- tro y aprendices comparten. Puede ser también un labora- torio para arriesgarse a hacer y a ser, lo imprevisto, lo soña- do, lo nunca imaginado.
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