La música de las bibliotecas: política y poética de un espacio público, hoy
173 lo que beneficia a todos. Y vaya que fueron apareciendo recursos y cómplices. La propia composición diversa del equipo con el que trabajamos fue muy positiva. Los que no sabíamos te- níamos la posibilidad de ver cosas que para los expertos resultaban evidentes o invisibles. Teníamos también la obligación de preguntar. Los que estaban más entrena- dos, de repensar sus respuestas. A mi lado entró un pequeño grupo con el que pu- dimos construir con libertad. Algunos, como Ramón Salaberria, tenían un vasto conocimiento sobre biblio- tecas públicas. Él había dirigido la revista Educación y Biblioteca. Igual Alejandra Quiroz o Verónica Juárez, bibliotecarias de pura cepa, al tanto de todo lo que pasa en el orbe. Otros, como Carola Diez, habían trabajado en educación y promoción de la lectura. A todos nos animaba la idea de crear experimentos y analizar expe- riencias. De aprender haciendo. De pensar juntos. Desde luego, nos ayudó tener una instalación mara- villosa, poco funcional en términos bibliotecarios, pero muy hermosa. Un jardín verde que la rodeaba y cuya presencia se podía sentir desde cualquier espacio. Recuerdo que el arquitecto Alberto Kalach cuando me visitaba siempre entraba por el jardín, y se preocupaba más por la manera en que los
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