La música de las bibliotecas: política y poética de un espacio público, hoy

133 Las bibliotecas, la muerte y la democracia Aprender de la experiencia ajena, esa es sin duda una de las justificaciones para acumular libros y crear bibliote- cas. Quevedo lo dijo en «La torre», un soneto hermoso dedicado a su biblioteca personal: Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos, y escucho con mis ojos a los muertos. Si no siempre entendidos, siempre abiertos, o enmiendan, o fecundan mis asuntos; y en músicos callados contrapuntos al sueño de la vida hablan despiertos. A pocos meses de que las bibliotecas públicas del mun- do entero fueran de manera súbita cerradas, vuelvo a leer ese hermoso soneto, y se me queda resonando este verso: Si no siempre entendidos, siempre abiertos, Quizá porque ahora, de manera dubitativa y temerosa, se comienza a hablar de reabrirlas, me parece de vital

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