La música de las bibliotecas: política y poética de un espacio público, hoy
130 al ajetreado devenir de las jornadas. Al escuchar a los usuarios o leer ensayos y testimo- nios, he comprendido que no pocas veces se acude a una biblioteca a buscar comunidad, incluso cuando se desea estar solo. Pues ahí se está solo de una manera diferente. Solo, como no se puede estar en casa, incluso cuando se vive solo. Pues a la biblioteca también acuden perso- nas que viven en soledad, igual que los que la requieren porque en sus hogares no se puede disfrutar de un es- pacio para gozarla, y también los que no tienen hogar y solamente ahí pueden estar solos sin que (casi) nadie los moleste. Todos acuden a buscar algo que no es ruido ni si- lencio, sino la música que porta la promesa de algo que está distante y desde la distancia llama. Música discreta, como el arrullo de un arroyo. El casi silencioso golpeteo de la garúa. Todos tienen que desplazar el cuerpo para estar en un lugar con otros, vivos o muertos, que están presentes sin molestar. Ese espacio es objetivo, pero las experiencias que ahí se viven no solamente se pueden analizar y explicar obje-
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