La música de las bibliotecas: política y poética de un espacio público, hoy

128 pieran que era el director, varias mañanas entrevisté a usuarios. Iniciaba mi conversación con una misma pregunta: ¿usted dejaría de acudir a la biblioteca si no- sotros le hiciéramos llegar los libros o las computadoras a su hogar? No hubo uno solo que aceptara semejante trato. Años después, Teresa López Avedoy preguntó a otros usuarios qué estarían haciendo de no haber ido ese día a la biblioteca o en qué otro lugar estarían haciendo esas actividades. Muchos de ellos respondieron que, de no haber acudido a la biblioteca, no estarían haciendo lo que estaban haciendo. Un joven lo resumió con una fra- se que no olvido: «Estaría durmiendo o haciendo nada». Para los usuarios, ir la biblioteca representaba la po- sibilidad de ser y hacer algo diferente de lo que harían y hacían. No pocos al asistir a la biblioteca hicieron algo diferente de lo que esperaban hacer. Desde otro ángulo, se podría decir que era un espacio alternativo para ser diferentes. Dependiendo de la extensión de la mirada, la biblio- teca era un espacio propiciador de otras maneras de usar su tiempo, o de descubrirse diversos de lo que habían imaginado ser. La biblioteca no era una escuela, aunque se ocupara de la educación. No era una fábrica o una oficina, aun- que sirviera para trabajar. No era un museo o una sala

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