La lectura de los afectos: imaginación y  empatía como prácticas de autodescubrimiento en el lector escolar

65 registrar la memoria, sino también para ayudarnos a au- todescubrirnos y apreciar las singularidades ajenas. Es este «pacto de identificación» el que hace posible, en definitiva, que la literatura sea entendida como una for- ma de extensa meditación acerca de la conducta propia y la de los demás. Por ello, en su conclusión, el narrador admite: «Cuando escribo, en efecto, es cuando más leo» (1995, p. 426). Así como él, también nosotros, los «lec- tores de otras vidas» nos reconocemos vulnerables cada vez que lloramos por la muerte de un personaje —que sabemos, íntimamente, ficticio— como la vehemente Anna Karenina o el enigmático Melquíades; pero la ab- sorbente infiltración que significa acceder a esa vida al- ternativa durante el breve e intenso periodo de trance de la lectura se nos revela, también, en retribución, como una lección de humanidad compartida. En contacto con los libros, naturalmente, también el niño y el adolescente asumen un punto de referencia desde el cual identificarse con todo aquello que leen. Es nuestra labor conseguir —sin que esto signifique inva- dir cierta esfera necesaria de la intimidad, por cierto—, que las emociones que hacen posible dicho proceso, también se socialicen a través de la conversación. En úl- tima instancia, somos criaturas surgidas de la colabora- ción entre pares a quienes afecta, por igual, todo aquello que los rodea (Greene, 2013). Este es uno de los aportes

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