La lectura de los afectos: imaginación y  empatía como prácticas de autodescubrimiento en el lector escolar

63 tancia y, por lo tanto, asimilados nuevamente, esta vez en el marco de un proceso íntimo de autoexaminación. Para Scheff, quien pensaba que la lectura aún conserva- ba algo de su antigua condición sagrada, dar a nuestras emociones una distancia estética permitía que estas fue- sen asimiladas plenamente (Oatley, 2012). Hay un cuento de Alfredo Bryce Echenique titulado «Cómo y por qué odié los cuentos para niños» que nos habla, precisamente, acerca del surgimiento de la voca- ción literaria y, de paso, nos permite recapitular algunas ideas que hemos estado examinando hasta el momento. En la línea de Scheff, el narrador adulto reexamina cier- to recuerdo infantil asociado con una íntima sensación de melancolía: haber llorado más por el destino trági- co del protagonista de la novela Corazón de Edmundo De Amicis, que por la muerte real del padre de uno de sus compañeros de escuela. Dicha indiferenciación entre vida y ficción es percibida, en adelante, como la causante de la pérdida de su sensibilidad para relacio- narse con los textos literarios, hacia los cuales el per- sonaje desarrolla, durante largo tiempo, una clara ani- madversión. Uno de sus profesores lo ayuda entonces a resolver el conflicto que tanto lo resiente: «Según él, lo que me había ocurrido era que, desde niño, a punta de regalarme libros para niños, me habían interrumpido constantemente mi propia creación literaria de la vida»

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