La lectura de los afectos: imaginación y  empatía como prácticas de autodescubrimiento en el lector escolar

61 Tal como vimos en el capítulo anterior, el ejercicio de nuestros «paseos inferenciales» nos permite deducir o vaticinar reacciones o eventos, lo que nos lleva, mu- chas veces, a tomar partido por el personaje o por sus acciones a lo largo de la trama. Ello ocurre, desde la perspectiva de la TdM, porque hallamos las reacciones o las situaciones vividas por el personaje como recono- cibles o próximas a nuestra experiencia. En breve, por- que establecemos un «pacto de identificación» con el texto leído. En las ficciones, como nos recuerda Oatley, la subjetividad asume una forma distinta a la acostum- brada; ponemos de lado nuestras relaciones y preocu- paciones inmediatas para asumir, por unos instantes, un «yo» exterior —el del personaje imaginario— cuya historia de pronto nos posee y habita (2012, p. 17). Al imaginarnos como «otro» no solo nos identificamos con él, también aprendemos a comprender y sentir su dife- rencia. Por ello, como vimos, es asimismo posible que la historia nos desconcierte, nos «desfamiliarice» o nos «extrañe» interrogándonos sobre todo aquello que no supimos prever o que sencillamente no entendimos. Di- cha simulación, como un juego imaginario, nos prepara entonces para la vida ampliada por un repertorio desde el cual seremos también capaces de enfrentar el futuro. Tenemos entonces, para empezar, dos funciones aso- ciadas con nuestro aprendizaje en interacción con los

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