La lectura de los afectos: imaginación y  empatía como prácticas de autodescubrimiento en el lector escolar

56 analítica» y autorizamos, en consecuencia, que la fic- ción «implante» en nuestra memoria «falsos recuerdos» (2014, p. 9). No siempre es adecuado comparar el cere- bro humano con una computadora; pero, si forzásemos un poco dicha analogía, podríamos afirmar, siguiendo en ello a Oatley, que aquella «inmersión» en la ficción se asemeja mucho a instalar modelos computacionales de realidad en nuestra mente (2011, p. 17). El mapeo cerebral a través de las Imágenes de Resonancia Mag- nética Funcional —FMRI, en sus siglas en inglés— nos ha permitido conocer recientemente un poco mejor las actividades del órgano más ininteligible y miste- rioso del cuerpo humano. Gracias a ello sabemos hoy que el acto de leer —como también, por cierto, el de aprender—, surge de una conexión indisoluble entre procesos cognitivos y afectivos. Francisco Mora ha ob- servado, en esa dirección, que toda nuestra experiencia fenoménica pasa siempre antes por el sistema límbico —ubicado alrededor del tálamo y por debajo de la cor- teza cerebral— lo que nos indica que, una vez que esta alcanza «la zona superior donde se construyen los pro- cesos mentales, de razón y pensamiento, y se elaboran las funciones ejecutivas complejas», todas las ideas que arriban con ella «ya lo hacen impregnadas de emoción» (2017, p. 46). Aprender y leer derivan, así, tanto de la emoción como de la lógica, lo que en buena cuen-

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