La lectura de los afectos: imaginación y empatía como prácticas de autodescubrimiento en el lector escolar
53 ese vacío natural de información que le es propio a la vida y nos proporciona la tan necesaria ilusión —el consuelo, diríase— de un relato que le da coherencia a la existencia humana (Lodge, 2002). Como nos ha recordado Delia Lerner, la lectura debe dejar de ser entendida como un objeto de enseñanza para convertirse en un objeto de aprendizaje; lo que, en términos prácticos, significa pro- porcionarle a la lectura una función que, desde el punto de vista del alumno, le sirva a este «para la realización de un propósito que él conoce y valora» (2008, p. 126). Es cierto, la lecto-escritura es indispensable para nuestro proceso de formación pues nos permite acometer activi- dades prácticas como comunicarnos o informarnos; pero tendemos a subestimar lo sustancial que puede llegar a ser para los niños y adolescentes el dotar de un sentido a la vida propia; es decir, el rol primordial de elaboración y «construcción del sí mismo» (Petit, 2001). A la larga, en suma, expuestos como estamos a constantes carencias o lagunas de memoria o de percepción, los seres humanos precisamos de esa entelequia narrativa llamada literatu- ra para situarnos, transitar y organizarnos en ese tiempo contradictorio de la subjetividad que aspira a proporcio- narnos una identidad estable; ese «yo narrativo» que da lugar a lo que conocemos, a fin de cuentas, como cons- ciencia, cuyo logro más notable es ayudarnos a habitar como criaturas autosuficientes el mundo que nos rodea.
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