La lectura de los afectos: imaginación y  empatía como prácticas de autodescubrimiento en el lector escolar

43 no siempre son posibles cuando se enfrenta a una mera corroboración argumental. Lo «conocido», en otras pala- bras, implica al lector, le otorga tranquilidad, pero también puede provocar en él cierto efecto de embotamiento como resultado de una familiaridad excesiva. Shklovski denomi- nó «automatización» a esta suerte de devenir hacia el arte que se hace invisible o intrascendente (2010, p. 83). El goce estético que otorga así condición «literaria» a un texto, en otras palabras, lo que hace que un texto escrito sea un cuento o un poema, también «despierta», en consecuencia, nuestra sensibilidad a través de fórmulas, sonidos o imá- genes indóciles e inquietantes. Todos debemos conocer, por ejemplo, la macroestructura de Caperucita Roja en su adaptación más popular. Por ello, una lectura de la versión original del relato de Charles Perrault, con sus advertencias implícitas sobre el abuso infantil en el desenlace impune y triunfal del lobo, suele enfrentarnos a un sentimiento de perturbación e incomodidad por sus implicancias mora- les. Lo que en un primer momento nos empujaría a una discusión más o menos previsible, puede derivar entonces hacia un diálogo más activo y quizá problematizador con nuestros interlocutores 6 . 6 De hecho, esta reacción de incomodidad estaba relacionada con su función didáctica. En la versión de Perrault –e igualmente en la de los hermanos Grimm–, Caperucita es invitada a desnudar- se y a acompañar al lobo en la cama antes de ser devorada por

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