La lectura de los afectos: imaginación y  empatía como prácticas de autodescubrimiento en el lector escolar

39 que hacemos los seres humanos es, en cambio, repre- sentar «a escala» el mundo que percibimos, no solo cog- nitiva sino también culturalmente. Al experimentar los fenómenos que nos rodean, nuestro cerebro no transmi- te una imagen integral del mundo, sino que lo replica parcial, pero «lógicamente». En sentido restringido, por lo tanto, funcionamos a partir de mapas y no de «terri- torios». Y es, precisamente, este epifenómeno de nuestra actividad cerebral lo que nos hace ser tan dependien- tes de las representaciones que realizamos del mundo, obligándonos, en consecuencia, a leerlo e interpretarlo a cada instante. Veamos, por ejemplo, la siguiente imagen ( Figura Nº1 ). En ella podemos observar la silueta de un conejo oculto detrás de un rectángulo que nos impide ver la parte posterior del cuerpo del animal. Ante la imagen, nuestro cerebro se anticipará automáticamente «relle- nando» la proporción que, por experiencia, ha calculado de forma mental. Lo mismo puede decirse que ocurre durante la operación de predicción textual que realiza- mos al leer, cuando, de forma equivalente, la historia que leemos —el conejo— es complementada repetida- mente por las hipótesis que realizamos durante la lectu- ra. Es nuestra experiencia la que «rellenará una serie de espacios vacíos» a través de un pacto que nos exige co- laborar en aras de la interpretación (Eco, 1996, p. 11).

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