La lectura de los afectos: imaginación y empatía como prácticas de autodescubrimiento en el lector escolar
29 experiencia en una comunidad de lectores de la que par- ticipa la escuela. Al fin y al cabo, uno no puede enseñar aquello en lo que no cree o no lo motiva. No basta con transmitir el hecho de que se está leyendo algo bello; el maestro, tal como ha escrito Emilia Ferreiro, debe de- mostrar el placer de leer, «tiene que sentirlo y no solo decirlo», pues un maestro «que se puede divertir con el texto que está leyendo, muestra que eso es posible», y, al hacerlo, «transmite una información fundamental» a sus alumnos más jóvenes (2014, p. 214). La literatura no es solo, por lo tanto, una disciplina, una materia o un ar- chivo; es también —y, sobre todo, diríase— un afecto que nos introduce al dominio del lenguaje y, a través de este, al ámbito incontrolable, pero a su vez potencial- mente transformador de la imaginación. Es natural, tal como hemos visto hasta aquí, que esto genere miedo e inseguridad en los profesores, puesto que no nos facilita la tarea de cuantificar en términos tradicionales la evo- lución de un estudiante según las clásicas pautas de lo fácil o lo difícil, de lo correcto y lo incorrecto, pero es precisamente ese otro terreno de la «opacidad» evalua- tiva, lo que la lectura y la escritura literarias nos ayudan a expandir como un acto de optimismo y resistencia 5 . 5 En algún momento, Emilia Ferreiro señaló, por ejemplo, que muchos docentes observan con suspicacia la incorporación de ciertos libros ajenos a los programas educativos. La ventaja de
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